domingo, 19 de diciembre de 2010

el fuego muere con más fuego, Fredy Yzzed

EL INFIERNO ESTÁ adentro: no afuera. Quema en la raíz del pecho con su fuego suave y continuo. Se aviva la llama cuando pienso en un pájaro incinerado en pleno vuelo. Crece la hoguera cuando me acerco a las orillas de mi piel.

El infierno se quema delicadamente como una hoja de papel. A veces es más humo que palabras. Otras veces más vacío que silencio. Esa hormiguita en el largo camino de una baldosa.

Todos los hombres van con su infierno dentro. Algunos tienen un infierno con mansiones, otros tienen infiernos pequeños que se confunden con los pecados. Alguien sin rostro me dijo que el fuego muere con más fuego.

Los enfermeros me han golpeado y me han amarrado varios días. Me han quitado aterrados la caja de fósforos junto al tanque de gas abierto.

Me han prohibido jugar con fuego.



HOY HE PENSADO que todos nacemos con la ayuda de una delgada cuerda. Una soga de la que nos agarramos para deslizarnos por las entrañas del sexo de nuestra madre. La primera relación sexual es con nuestra madre. Una madeja de hilo del que vivimos tirando de la cama a la oficina, de la calle a otro hombre, de lo que creemos sentir a lo que necesitamos saber. Primero la mano izquierda, luego con fuerza la mano derecha. Como Teseo vamos por el mundo a través de los siglos aferrándonos a ella; creemos que es la esperanza, el camino incierto de la felicidad.

Pero a mi cuerda alguien o algo la ha cortado de un tajo. El hilo de Teseo me ha traído a este consultorio a hablar de ella y de mis noches. Me ha dejado en el precipicio de estar conmigo mismo.



SIEMPRE QUE ESTOY solo se me ocurre un personaje. Es la misma escena desde hace unos meses. En realidad no sé si la he leído en alguna parte o la he imaginado. Hasta ahora no entiendo por qué no cambian los detalles. Se me ocurre que hay un hombre viejo encerrado en un cuarto. A través de una puerta pequeña le pasan los platos con comida. Los traga moderadamente. Masca un muslo de pollo y le parecen bellos los cantos de los gorriones. Luego pasa a través de la misma puerta el plato desocupado.

El mismo anciano con su cabello blanco en desorden se sienta frente a un piano. Oprime las teclas como si de verdad supiese interpretar el instrumento. Cierra los ojos como despojado por la música. Ladea la cabeza de un lado a otro como si viajara en la balsa de las notas. Pero ocurre que dentro del piano las cuerdas están cortadas con tijeras. Del piano no sale ningún sonido. Es en ese instante que el hombre se voltea, me mira por primera vez y me dice: “¿Escucha el silencio?”

Es complejo, muy raro, porque yo escucho la más bella sinfonía.


La sal de la locura , de Fredy Yzzed (fragmento)
Primer Premio de Poesía, VII Concurso Nacional macedonio Fernández
Jurado: María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera, Javier Adúriz

Foto: entrega de premios, 18 de diciembre de 2010
macedonianos 2010

1 comentario:

  1. Me has conmovido Fredy. La intensidad y el significado hacen de tu obra, un testimonio genial que pondero sinceramente. David Antonio Sorbille

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