La Inteligencia no es más que nominación; la Palabra, que es esta nominación, no es necesaria para Pensar, ni siquiera para hablar, diremos, pues, la palabra sustituyó y aun coexiste con la gesticulación. La palabra es órgano de comunicación, como el gesto, no el pensamiento. Por tanto, ninguna palabra puede dejar de tener un sentido accesible, por muy abstractas y misteriosas que se califiquen sus acepciones. El Tiempo y el Espacio son expresados con gestos muy a menudo; ¿qué misterio puede caber en un gesto, en trazar su origen? En cuanto a la Deducción, es una supuesta operación intelectual que nadie ha hecho ni necesitado. Demás está decir que el Cálculo de Probabilidad y Ley de los grandes Números, son el colmo del optimismo, y que el enunciado "siendo iguales todas las otras circunstancias tal causa producirá tal efecto", es una tautología, porque las circunstancias de un hecho son ilimitadas y cada circunstancia es una "causa" que a su vez concomita con un número ilimitado de circunstancias, haciendo imposible la mínima previsión.
Otro tanto en cuanto a la definición de las especies.
"Metafísica: el mundo no es dado", en Para una metafísica argentina-Textos metafísicos, 1908-1928 (fragmento), Macedonio Fernández.
Foto: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/fernandez_m/bio.htm
Stella Maris Vence, Celia Bello, Graciela Joaquín, Carlos Decuzzi, Juanita Suffritti, Pep Pepio, Gabriela Rizzotti, Norberto Mele, María Rosa Blasco, Sandra Cozzo, Fabiana Lagana, María del Carmen Palmieri, Nedy Varela, Mercedes Imsen, Alejandra Tamburo, Daniela Peluso, Elías Atala, Carlos Terzano, Sofía Brunero, Susana Lizzi, Mirta Andreoli, Cristina Speranza, Nieves Imbelloni, Beatriz Menchi, Osvaldo Harche. Coordinación: Roxana Palacios
domingo, 26 de diciembre de 2010
jueves, 23 de diciembre de 2010
Hybris, Gonzalo Martínez Methol
Va a suceder a las ocho y cuarto de la mañana. Su reloj no lo sabrá. Porque, cuando ellos entren, dando una patada a la puerta, portando armas cortas y armas largas, y los encuentren a ellos dos en la cama, desnudos, abrazados, Edgardo con un cigarrillo que ella habrá acabado de encenderle, cuando eso suceda, a las ocho y cuarto de la mañana, las agujas del reloj de él estarán inmóviles, detenidas, las agujas, en una hora que a nadie, y a ellos dos menos que a nadie, puede importarle.
Pero eso va a ser recién a las ocho y cuarto. Son, ahora, apenas las dos y media de la madrugada. Virginia recuesta la cabeza sobre el pecho de Edgardo y escucha el latido acelerado. No sabía, Virginia, que el corazón de un hombre podía latir así.
–Parece un tambor.
–Escuchá bien –dice él–. ¿Escuchás el tercer latido?
Ella escucha con más atención.
–Fijate –dice él–. Tengo un tercer latido.
Virginia, que, antes de abjurar de un mandato familiar de cuatro generaciones, era una aplicada, casta estudiante de medicina, recuerda que la primera fase de contracción cardiaca se denomina sístole, y la segunda fase, de dilatación, diástole. El corazón de él hace sístole diástole diástole.
–¿Lo sentís? –dice Edgardo.
Ella ríe.
–Sí, es verdad.
A Edgardo le viene a la cabeza, no sabe bien por qué, el mito de Isis. La voz de su padre, herrumbrada pero clara, explicándole cómo las lágrimas de Isis provocan el desborde del Nilo una vez por año. Entonces entiende la asociación: el Juicio de Osiris.
–De un lado de la balanza iba el corazón –le explica a ella–. Del otro lado una pluma. El corazón tenía que pesar menos que la pluma. Si no, el tipo se iba al infierno.
–El tipo o la mina –dice ella.
–Claro. El tipo o la mina. Lo importante era que el corazón pesara menos que la pluma.
–Qué vivos. Así no vale.
–Era así.
–No vale. Así no vale.
–Nunca vale.
Por momentos el silencio se vuelve una especie de gangrena. Hiede. No se puede hacer otra cosa más que fumar y coger y fumar y hablar y fumar y esperar. Pero hiede. Hagan lo que hagan, hiede. Sólo les queda la fuga al cuerpo del otro, esa última trinchera compartida en medio de la intemperie del tiempo y el miedo y la sangre. Nada está perdido del todo si hay un cenicero a mano y una lámpara en el suelo y penumbra y el fulgor rojizo de un fósforo contra la cara y una mano que se abra paso entre las sábanas buscando esa otra tibia, húmeda penumbra. Y sístole diástole diástole.
Virginia se sienta en la cama, prende un cigarrillo, se lo pasa a él, y prende otro. Él le mira los pechos. Le gusta verla fumar desnuda. Le gusta que a ella no le importe que la vean fumar desnuda. Le gusta cómo mantiene el humo en la boca y luego lo exhala despacio, hacia un costado. Le gusta el modo en que ella mira la brasa del cigarrillo, con una especie de primitiva fascinación.
–Mujer de harén –le dice.
–Andá a cagar –dice ella, refregándose los ojos.
El humo del cigarrillo siempre le hace llorar los ojos.
Las tres menos diez. El reloj de Edgardo todavía lo sabe. Las agujas lo saben: se mueven, acatan.
Dentro de cinco horas y veinticinco minutos, cuando ellos entren, operativos, eficaces, Edgardo intentará alcanzar su arma. Dos disparos certeros de una 38, uno en cada rodilla, lo harán desistir. Verá, Edgardo, desde el suelo, cómo uno de los oficiales de civil arrastra a ella de los pelos hacia afuera
–¿Pensás sacarla así, tagarna? –intervendrá el oficial de más rango–. Dejala que se vista.
Virginia reconocerá al criterioso oficial que acaba de hablar. Recordará haberlo visto en una película de Jean Luc Godard.
–Odio a Belmondo –le dice ahora a él–. Esos labios que parecen un churrasco.
–Vos no sabés odiar.
–Sí que sé. Odio a Belmondo. Y odio a la tarada esa con la que anda en la película, que se quedó fascinada con París era una fiesta y le hinchó las pelotas a los padres, buenos burguesitos americanos por supuesto, para que la dejen ir a estudiar a La Sorbona y a tomar café en Montmartre como Hemingway.
Edgardo paladea despacio la palabra odio. Le gusta cómo la pronuncia ella, martillando la de.
–…Y el olor de las bolsas de plástico –sigue Virginia–. Odio el olor de las bolsas de plástico. Ese olor a nada, a bolsa de plástico. Y las sirenas de madrugada. Y los supermercados abandonados. Los odio. Y la palabra contubernio. Suena horrible. Contubernio.
Infame turba de nocturnas aves, cita mentalmente Edgardo. Infame contubernio, piensa. Infame conturba. Conturba noctubernio.
–…Y las escaleras en espiral. Y los muebles viejos. Los odio. Y las corbatas. Odio las corbatas. Odio a los tipos que usan corbatas y viajan en subte y tienen los dedos manchados con tinta de diario.
Edgardo ve a su padre leyendo La Nación en el living de su casa, cejijunto. Ve los dedos manchados con tinta de su padre contra el cristal de un vaso de whisky. Y escucha, Edgardo, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, desde un atardecer invernal de sus veinte años, la misma voz que supiera contarle mitos egipcios y griegos y celtas para que se durmiese, que le dice: si te vas no volvés. Y le dice: yo, en esta casa, zurdos no quiero.
–…Y odio que tengas siempre las manos heladas –escucha que dice Virginia.
–Un problemita de circulación, ya te dije.
–Y a vos te odio. Te odio más que a nada.
–Vení.
–Te odio. Te juro que te odio.
–Dale, vení. Hace frío.
–Odio el frío. Odio tener ganas de hacer pis.
Dentro de cinco horas y ocho minutos, cuando la metan encapuchada a un Ford Falcon, y la obliguen a acostarse en el piso del auto, Virginia sentirá la entrepierna mojada, y lamentará, un segundo, antes de advertir su propia imbecilidad, no haber pedido ir al baño antes de salir.
–Hasta los diez años me hacía pis en la cama, te juro –le cuenta a Edgardo ahora–. Mamá me quería llevar con un psiquiatra amigo de la familia, un tipo con cara de pájaro. Le dije que si le contaba a alguien no le hablaba nunca más.
Se escucha, lejano, el sonido de una sirena. Edgardo la siente erizarse contra él. Cuando ya no se oye nada, ella sigue:
–Una noche recé. Le dije a Dios que si impedía que me siguiese haciendo pis encima yo iba a ser la mejor persona del mundo, que iba a ir a misa todos los domingos, que me iba a aprender de memoria La Biblia, que no iba a mirar a un chico en toda mi vida.
–¿Y qué te contestó?
–¿Para qué te andás juntando con terroristas, piba? –escuchará que le dice el oficial junto a ella en el auto–. Ahora te vamos a tener que educar, a vos. Ya vas a ver.
–Nada –dice Virginia–. No contestó nada.
La mira levantarse para vestirse, el cigarrillo en los labios, los ojos entrecerrados por el humo. En algún lugar estará el corpiño, pero la habitación es un caos y hace mucho frío, así que se pone directamente el pullover enorme, de cuello alto, que ella misma tejió y que no se saca nunca. Le cuesta imaginarla vestida sin ese pullover absurdo.
(Un patio de pedregullo. Lo van a arrastrar por un patio de pedregullo. Oirá, lejanas, voces de niños: una escuela. Y campanas. Sí, campanas. Una Iglesia. La misa de las nueve.)
Escucha desde la cama el ruido que hace ella en la cocina, buscando una taza. Mira la Beretta, sobre la silla cerca de la cama. No parece real. No con ella ahí, en la cocina, desnuda bajo su absurdo pullover gigante, batiendo café mientras tararea –mal– una canción de Bob Dylan.
–Nadie aguanta –le ha dicho Rivas, aviscerados los ojos de Rivas tras sus anteojos de marco grueso-. Que no te agarren, pibe.
Y ha creído necesario aclarar, como quien le explica la regla de tres simple a un nene de seis años:
–Vivo.
Rivas le ha contado a Edgardo lo que le hicieron en el 75. No ha ahorrado detalles, Rivas. Dijo:
–Después de unas cuantas sesiones les hablás hasta en noruego.
Y dijo:
–Nadie aguanta. Vivo, no, pibe.
Edgardo cuenta los pasos hasta la silla. Tres, cuatro pasos largos. Parecen quilómetros.
Ya no la oye tararear. De pronto la cama le parece enorme. Se levanta. La encuentra fumando contra la mesada de la cocina, ausente. El ruidito de la pava calentándose y la respiración asmática de la heladera es lo único que se escucha.
–¿Por qué no prendés la radio? –dice ella.
–Todavía es temprano –dice él, hosco–. Hasta después de las seis no vamos a saber nada.
Ella aprovecha que ya está el agua para darle la espalda y servir el café.
–Vamos a la cama –le dice–. Hace frío.
Toman el café de la misma taza, la única que hay. Antes de dar un sorbo, ella mantiene la taza cerca de la cara, para sentir el calor del vaporcito.
Las agujas obedecen, aún, gregarias, con milimétrica precisión. La aguja corta a medio camino entre el 3 y el 4. La larga sobre el 8. Edgardo piensa, y al pensarlo necesita pitar bien fuerte su Marlboro, que, si todo ha salido bien, la casa del comisario Raimundo Beltrán ya debe haber volado por los aires. Si todo ha salido bien. Recién tendrá esa seguridad cinco horas y cuarenta y tres minutos más tarde. Abrirá los ojos, cinco horas y cuarenta y tres minutos más tarde, y verá sólo el negro de la venda. Advertirá que su cuerpo tiembla de frío, que está desnudo, que está empapado, que sus manos y pies están atados a los travesaños de una cama de hierro y que lo que va a sucederle será la preciosa confirmación de que todo ha salido bien.
–Ahora me vas a contar algunas cosas –decidirá alguien contra su oído.
Y sentirá la primera punción de la picana en la axila derecha.
–Me hacés cosquillas –le dice a ella ahora–. ¿Te sigo contando o no?
–Dale.
–Prestá atención: lo que nadie sabía era que Procusto contaba con un dispositivo especial para adaptar la medida del lecho.
–¡Cantá, zurdo hijo de puta, cantá! Decime un nombre y se termina, dale.
Virginia le arranca un pelo de debajo del ombligo y antes de que se queje lo besa rápido varias veces en ese lugar.
–Así que prisionero nunca tenía la medida exacta –continúa Edgardo luego de un suspiro de mal humor–. Siempre era muy corto o muy largo.
– ¡Cantá cantá cantáaaaaaaaaaa!
–Por lo general el lecho le quedaba largo, y Procusto le descoyuntaba los huesos de brazos y piernas para que calzara justo. Los adaptaba.
–¿Quién estuvo metido? Dame un nombre. Un nombre y te vas a tu casa.
–Procusto significa eso: alargador.
–Alargador –repite ella. Su mano empieza a bajar abriéndose paso entre las sábanas.
Durante esos lapsos entre punción y punción él tratará de que su consciencia gane terreno. Si logra que su consciencia no se desmorone, y que pueda así cosificar el dolor, expulsarlo de sí, fosilizarlo a la intemperie de su cuerpo, al menos ganará tiempo.
–Tenés las manos heladas.
–Perdón.
Por momentos le parecerá que gira hacia el vacío, nauseado, sin poder aferrarse a nada. Un gran cilindro viscoso.
–Vení –le dice ella.
La voz llegará cada vez desde más lejos, como a través de un largo tubo. Cada vez que se desmaye, lo traerán de vuelta echándole encima un balde de agua. Y vuelta a empezar.
–Despacio –le dice ella.
Lo importante será no perder de vista el cilindro viscoso, retenerse el mayor tiempo posible de este lado del dolor, no permitir que todo se disgregue y deje de importarle. De un lado de la balanza su corazón. Del otro una pluma.
–Pasame el cenicero.
–Pará, me da un asco cuando está lleno de colillas.
Ya no habrá tiempo. Ni le importará, a Edgardo, que ya no haya tiempo. Como tampoco le importarán los nombres que gritará, excedido por la tortura, antes de irse por el fondo del cilindro viscoso y perderse en un sueño sin imágenes.
Ella se ha levantado, y ha cubierto su cuerpo desnudo, aterido, con el pullover enorme, de cuello alto, sin el cual un hombre a cuyo corazón no le alcanzan dos latidos no podría imaginarla. El hombre a cuyo corazón no le alcanzan dos latidos la ha visto caminar hacia la ventana de la habitación, los brazos cruzados sobre el vientre, y ha visto su cuerpo de veintitrés años recortarse, nítido, contra la ventana, por la que empieza a entrar una luz acuosa y limpia.
Virginia escribe sobre el vidrio empañado, con el dedo, una palabra. Antes de que él pueda leerla, la borra. Y pregunta, Virginia, como quien espera que algo termine o empiece de una vez, qué hora es.
El hombre a cuyo corazón no le bastan dos latidos mira su reloj. Las agujas no se mueven. Le da unos golpecitos con el índice. No se mueven. Se lo saca. Lo deja sobre la mesa de luz.
–Vení –le dice a ella.
Virginia vuelve a la cama con una especie de trotecito. El lecho tiene la medida justa, ahora.
–Tengo sueño –dice ella.
–Dormí.
–No quiero dormir. Contame algo. No quiero dormir.
Escucha, Edgardo, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, desde alguna noche estival de sus ocho o nueve años. Le habla, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, del mito de Sísifo, quien, como castigo a su hybris, fue condenado a cargar una roca sobre la ladera de una montaña. La roca caía, al llegar Sísifo a la cima, y debía volver a buscarla, eternamente.
Traduce, Edgardo, la voz de su padre, palabra por palabra. Virginia escucha, atenta, esa traducción. Los ojos le duelen, a Virginia. Del sueño le duelen.
–Hybris –dice Edgardo.
–¿El qué? –dice ella.
–Hybris. La soberbia ante los dioses.
–¿Quién dice que es soberbia?
–Los dioses.
–Qué vivos. No vale.
–Es así.
–No vale. Así no vale.
–Nunca vale.
Ella bosteza. Le pone el cigarrillo a él en los labios y recuesta la cabeza sobre su pecho. Sístole diástole diástole.
–¿Qué hora será?
Sístole diástole diástole.
–Es temprano –dice Edgardo- las ocho y diez.
"Hybris", en La intemperie (el frío de la especie)
Primer Premio Narrativa del VII Concurso Nacional Macedonio Fernandez
Foto: macedonianos
Pero eso va a ser recién a las ocho y cuarto. Son, ahora, apenas las dos y media de la madrugada. Virginia recuesta la cabeza sobre el pecho de Edgardo y escucha el latido acelerado. No sabía, Virginia, que el corazón de un hombre podía latir así.
–Parece un tambor.
–Escuchá bien –dice él–. ¿Escuchás el tercer latido?
Ella escucha con más atención.
–Fijate –dice él–. Tengo un tercer latido.
Virginia, que, antes de abjurar de un mandato familiar de cuatro generaciones, era una aplicada, casta estudiante de medicina, recuerda que la primera fase de contracción cardiaca se denomina sístole, y la segunda fase, de dilatación, diástole. El corazón de él hace sístole diástole diástole.
–¿Lo sentís? –dice Edgardo.
Ella ríe.
–Sí, es verdad.
A Edgardo le viene a la cabeza, no sabe bien por qué, el mito de Isis. La voz de su padre, herrumbrada pero clara, explicándole cómo las lágrimas de Isis provocan el desborde del Nilo una vez por año. Entonces entiende la asociación: el Juicio de Osiris.
–De un lado de la balanza iba el corazón –le explica a ella–. Del otro lado una pluma. El corazón tenía que pesar menos que la pluma. Si no, el tipo se iba al infierno.
–El tipo o la mina –dice ella.
–Claro. El tipo o la mina. Lo importante era que el corazón pesara menos que la pluma.
–Qué vivos. Así no vale.
–Era así.
–No vale. Así no vale.
–Nunca vale.
Por momentos el silencio se vuelve una especie de gangrena. Hiede. No se puede hacer otra cosa más que fumar y coger y fumar y hablar y fumar y esperar. Pero hiede. Hagan lo que hagan, hiede. Sólo les queda la fuga al cuerpo del otro, esa última trinchera compartida en medio de la intemperie del tiempo y el miedo y la sangre. Nada está perdido del todo si hay un cenicero a mano y una lámpara en el suelo y penumbra y el fulgor rojizo de un fósforo contra la cara y una mano que se abra paso entre las sábanas buscando esa otra tibia, húmeda penumbra. Y sístole diástole diástole.
Virginia se sienta en la cama, prende un cigarrillo, se lo pasa a él, y prende otro. Él le mira los pechos. Le gusta verla fumar desnuda. Le gusta que a ella no le importe que la vean fumar desnuda. Le gusta cómo mantiene el humo en la boca y luego lo exhala despacio, hacia un costado. Le gusta el modo en que ella mira la brasa del cigarrillo, con una especie de primitiva fascinación.
–Mujer de harén –le dice.
–Andá a cagar –dice ella, refregándose los ojos.
El humo del cigarrillo siempre le hace llorar los ojos.
Las tres menos diez. El reloj de Edgardo todavía lo sabe. Las agujas lo saben: se mueven, acatan.
Dentro de cinco horas y veinticinco minutos, cuando ellos entren, operativos, eficaces, Edgardo intentará alcanzar su arma. Dos disparos certeros de una 38, uno en cada rodilla, lo harán desistir. Verá, Edgardo, desde el suelo, cómo uno de los oficiales de civil arrastra a ella de los pelos hacia afuera
–¿Pensás sacarla así, tagarna? –intervendrá el oficial de más rango–. Dejala que se vista.
Virginia reconocerá al criterioso oficial que acaba de hablar. Recordará haberlo visto en una película de Jean Luc Godard.
–Odio a Belmondo –le dice ahora a él–. Esos labios que parecen un churrasco.
–Vos no sabés odiar.
–Sí que sé. Odio a Belmondo. Y odio a la tarada esa con la que anda en la película, que se quedó fascinada con París era una fiesta y le hinchó las pelotas a los padres, buenos burguesitos americanos por supuesto, para que la dejen ir a estudiar a La Sorbona y a tomar café en Montmartre como Hemingway.
Edgardo paladea despacio la palabra odio. Le gusta cómo la pronuncia ella, martillando la de.
–…Y el olor de las bolsas de plástico –sigue Virginia–. Odio el olor de las bolsas de plástico. Ese olor a nada, a bolsa de plástico. Y las sirenas de madrugada. Y los supermercados abandonados. Los odio. Y la palabra contubernio. Suena horrible. Contubernio.
Infame turba de nocturnas aves, cita mentalmente Edgardo. Infame contubernio, piensa. Infame conturba. Conturba noctubernio.
–…Y las escaleras en espiral. Y los muebles viejos. Los odio. Y las corbatas. Odio las corbatas. Odio a los tipos que usan corbatas y viajan en subte y tienen los dedos manchados con tinta de diario.
Edgardo ve a su padre leyendo La Nación en el living de su casa, cejijunto. Ve los dedos manchados con tinta de su padre contra el cristal de un vaso de whisky. Y escucha, Edgardo, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, desde un atardecer invernal de sus veinte años, la misma voz que supiera contarle mitos egipcios y griegos y celtas para que se durmiese, que le dice: si te vas no volvés. Y le dice: yo, en esta casa, zurdos no quiero.
–…Y odio que tengas siempre las manos heladas –escucha que dice Virginia.
–Un problemita de circulación, ya te dije.
–Y a vos te odio. Te odio más que a nada.
–Vení.
–Te odio. Te juro que te odio.
–Dale, vení. Hace frío.
–Odio el frío. Odio tener ganas de hacer pis.
Dentro de cinco horas y ocho minutos, cuando la metan encapuchada a un Ford Falcon, y la obliguen a acostarse en el piso del auto, Virginia sentirá la entrepierna mojada, y lamentará, un segundo, antes de advertir su propia imbecilidad, no haber pedido ir al baño antes de salir.
–Hasta los diez años me hacía pis en la cama, te juro –le cuenta a Edgardo ahora–. Mamá me quería llevar con un psiquiatra amigo de la familia, un tipo con cara de pájaro. Le dije que si le contaba a alguien no le hablaba nunca más.
Se escucha, lejano, el sonido de una sirena. Edgardo la siente erizarse contra él. Cuando ya no se oye nada, ella sigue:
–Una noche recé. Le dije a Dios que si impedía que me siguiese haciendo pis encima yo iba a ser la mejor persona del mundo, que iba a ir a misa todos los domingos, que me iba a aprender de memoria La Biblia, que no iba a mirar a un chico en toda mi vida.
–¿Y qué te contestó?
–¿Para qué te andás juntando con terroristas, piba? –escuchará que le dice el oficial junto a ella en el auto–. Ahora te vamos a tener que educar, a vos. Ya vas a ver.
–Nada –dice Virginia–. No contestó nada.
La mira levantarse para vestirse, el cigarrillo en los labios, los ojos entrecerrados por el humo. En algún lugar estará el corpiño, pero la habitación es un caos y hace mucho frío, así que se pone directamente el pullover enorme, de cuello alto, que ella misma tejió y que no se saca nunca. Le cuesta imaginarla vestida sin ese pullover absurdo.
(Un patio de pedregullo. Lo van a arrastrar por un patio de pedregullo. Oirá, lejanas, voces de niños: una escuela. Y campanas. Sí, campanas. Una Iglesia. La misa de las nueve.)
Escucha desde la cama el ruido que hace ella en la cocina, buscando una taza. Mira la Beretta, sobre la silla cerca de la cama. No parece real. No con ella ahí, en la cocina, desnuda bajo su absurdo pullover gigante, batiendo café mientras tararea –mal– una canción de Bob Dylan.
–Nadie aguanta –le ha dicho Rivas, aviscerados los ojos de Rivas tras sus anteojos de marco grueso-. Que no te agarren, pibe.
Y ha creído necesario aclarar, como quien le explica la regla de tres simple a un nene de seis años:
–Vivo.
Rivas le ha contado a Edgardo lo que le hicieron en el 75. No ha ahorrado detalles, Rivas. Dijo:
–Después de unas cuantas sesiones les hablás hasta en noruego.
Y dijo:
–Nadie aguanta. Vivo, no, pibe.
Edgardo cuenta los pasos hasta la silla. Tres, cuatro pasos largos. Parecen quilómetros.
Ya no la oye tararear. De pronto la cama le parece enorme. Se levanta. La encuentra fumando contra la mesada de la cocina, ausente. El ruidito de la pava calentándose y la respiración asmática de la heladera es lo único que se escucha.
–¿Por qué no prendés la radio? –dice ella.
–Todavía es temprano –dice él, hosco–. Hasta después de las seis no vamos a saber nada.
Ella aprovecha que ya está el agua para darle la espalda y servir el café.
–Vamos a la cama –le dice–. Hace frío.
Toman el café de la misma taza, la única que hay. Antes de dar un sorbo, ella mantiene la taza cerca de la cara, para sentir el calor del vaporcito.
Las agujas obedecen, aún, gregarias, con milimétrica precisión. La aguja corta a medio camino entre el 3 y el 4. La larga sobre el 8. Edgardo piensa, y al pensarlo necesita pitar bien fuerte su Marlboro, que, si todo ha salido bien, la casa del comisario Raimundo Beltrán ya debe haber volado por los aires. Si todo ha salido bien. Recién tendrá esa seguridad cinco horas y cuarenta y tres minutos más tarde. Abrirá los ojos, cinco horas y cuarenta y tres minutos más tarde, y verá sólo el negro de la venda. Advertirá que su cuerpo tiembla de frío, que está desnudo, que está empapado, que sus manos y pies están atados a los travesaños de una cama de hierro y que lo que va a sucederle será la preciosa confirmación de que todo ha salido bien.
–Ahora me vas a contar algunas cosas –decidirá alguien contra su oído.
Y sentirá la primera punción de la picana en la axila derecha.
–Me hacés cosquillas –le dice a ella ahora–. ¿Te sigo contando o no?
–Dale.
–Prestá atención: lo que nadie sabía era que Procusto contaba con un dispositivo especial para adaptar la medida del lecho.
–¡Cantá, zurdo hijo de puta, cantá! Decime un nombre y se termina, dale.
Virginia le arranca un pelo de debajo del ombligo y antes de que se queje lo besa rápido varias veces en ese lugar.
–Así que prisionero nunca tenía la medida exacta –continúa Edgardo luego de un suspiro de mal humor–. Siempre era muy corto o muy largo.
– ¡Cantá cantá cantáaaaaaaaaaa!
–Por lo general el lecho le quedaba largo, y Procusto le descoyuntaba los huesos de brazos y piernas para que calzara justo. Los adaptaba.
–¿Quién estuvo metido? Dame un nombre. Un nombre y te vas a tu casa.
–Procusto significa eso: alargador.
–Alargador –repite ella. Su mano empieza a bajar abriéndose paso entre las sábanas.
Durante esos lapsos entre punción y punción él tratará de que su consciencia gane terreno. Si logra que su consciencia no se desmorone, y que pueda así cosificar el dolor, expulsarlo de sí, fosilizarlo a la intemperie de su cuerpo, al menos ganará tiempo.
–Tenés las manos heladas.
–Perdón.
Por momentos le parecerá que gira hacia el vacío, nauseado, sin poder aferrarse a nada. Un gran cilindro viscoso.
–Vení –le dice ella.
La voz llegará cada vez desde más lejos, como a través de un largo tubo. Cada vez que se desmaye, lo traerán de vuelta echándole encima un balde de agua. Y vuelta a empezar.
–Despacio –le dice ella.
Lo importante será no perder de vista el cilindro viscoso, retenerse el mayor tiempo posible de este lado del dolor, no permitir que todo se disgregue y deje de importarle. De un lado de la balanza su corazón. Del otro una pluma.
–Pasame el cenicero.
–Pará, me da un asco cuando está lleno de colillas.
Ya no habrá tiempo. Ni le importará, a Edgardo, que ya no haya tiempo. Como tampoco le importarán los nombres que gritará, excedido por la tortura, antes de irse por el fondo del cilindro viscoso y perderse en un sueño sin imágenes.
Ella se ha levantado, y ha cubierto su cuerpo desnudo, aterido, con el pullover enorme, de cuello alto, sin el cual un hombre a cuyo corazón no le alcanzan dos latidos no podría imaginarla. El hombre a cuyo corazón no le alcanzan dos latidos la ha visto caminar hacia la ventana de la habitación, los brazos cruzados sobre el vientre, y ha visto su cuerpo de veintitrés años recortarse, nítido, contra la ventana, por la que empieza a entrar una luz acuosa y limpia.
Virginia escribe sobre el vidrio empañado, con el dedo, una palabra. Antes de que él pueda leerla, la borra. Y pregunta, Virginia, como quien espera que algo termine o empiece de una vez, qué hora es.
El hombre a cuyo corazón no le bastan dos latidos mira su reloj. Las agujas no se mueven. Le da unos golpecitos con el índice. No se mueven. Se lo saca. Lo deja sobre la mesa de luz.
–Vení –le dice a ella.
Virginia vuelve a la cama con una especie de trotecito. El lecho tiene la medida justa, ahora.
–Tengo sueño –dice ella.
–Dormí.
–No quiero dormir. Contame algo. No quiero dormir.
Escucha, Edgardo, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, desde alguna noche estival de sus ocho o nueve años. Le habla, la voz de su padre, herrumbrada pero clara, del mito de Sísifo, quien, como castigo a su hybris, fue condenado a cargar una roca sobre la ladera de una montaña. La roca caía, al llegar Sísifo a la cima, y debía volver a buscarla, eternamente.
Traduce, Edgardo, la voz de su padre, palabra por palabra. Virginia escucha, atenta, esa traducción. Los ojos le duelen, a Virginia. Del sueño le duelen.
–Hybris –dice Edgardo.
–¿El qué? –dice ella.
–Hybris. La soberbia ante los dioses.
–¿Quién dice que es soberbia?
–Los dioses.
–Qué vivos. No vale.
–Es así.
–No vale. Así no vale.
–Nunca vale.
Ella bosteza. Le pone el cigarrillo a él en los labios y recuesta la cabeza sobre su pecho. Sístole diástole diástole.
–¿Qué hora será?
Sístole diástole diástole.
–Es temprano –dice Edgardo- las ocho y diez.
"Hybris", en La intemperie (el frío de la especie)
Primer Premio Narrativa del VII Concurso Nacional Macedonio Fernandez
Foto: macedonianos
domingo, 19 de diciembre de 2010
el fuego muere con más fuego, Fredy Yzzed
EL INFIERNO ESTÁ adentro: no afuera. Quema en la raíz del pecho con su fuego suave y continuo. Se aviva la llama cuando pienso en un pájaro incinerado en pleno vuelo. Crece la hoguera cuando me acerco a las orillas de mi piel.
El infierno se quema delicadamente como una hoja de papel. A veces es más humo que palabras. Otras veces más vacío que silencio. Esa hormiguita en el largo camino de una baldosa.
Todos los hombres van con su infierno dentro. Algunos tienen un infierno con mansiones, otros tienen infiernos pequeños que se confunden con los pecados. Alguien sin rostro me dijo que el fuego muere con más fuego.
Los enfermeros me han golpeado y me han amarrado varios días. Me han quitado aterrados la caja de fósforos junto al tanque de gas abierto.
Me han prohibido jugar con fuego.
HOY HE PENSADO que todos nacemos con la ayuda de una delgada cuerda. Una soga de la que nos agarramos para deslizarnos por las entrañas del sexo de nuestra madre. La primera relación sexual es con nuestra madre. Una madeja de hilo del que vivimos tirando de la cama a la oficina, de la calle a otro hombre, de lo que creemos sentir a lo que necesitamos saber. Primero la mano izquierda, luego con fuerza la mano derecha. Como Teseo vamos por el mundo a través de los siglos aferrándonos a ella; creemos que es la esperanza, el camino incierto de la felicidad.
Pero a mi cuerda alguien o algo la ha cortado de un tajo. El hilo de Teseo me ha traído a este consultorio a hablar de ella y de mis noches. Me ha dejado en el precipicio de estar conmigo mismo.
SIEMPRE QUE ESTOY solo se me ocurre un personaje. Es la misma escena desde hace unos meses. En realidad no sé si la he leído en alguna parte o la he imaginado. Hasta ahora no entiendo por qué no cambian los detalles. Se me ocurre que hay un hombre viejo encerrado en un cuarto. A través de una puerta pequeña le pasan los platos con comida. Los traga moderadamente. Masca un muslo de pollo y le parecen bellos los cantos de los gorriones. Luego pasa a través de la misma puerta el plato desocupado.
El mismo anciano con su cabello blanco en desorden se sienta frente a un piano. Oprime las teclas como si de verdad supiese interpretar el instrumento. Cierra los ojos como despojado por la música. Ladea la cabeza de un lado a otro como si viajara en la balsa de las notas. Pero ocurre que dentro del piano las cuerdas están cortadas con tijeras. Del piano no sale ningún sonido. Es en ese instante que el hombre se voltea, me mira por primera vez y me dice: “¿Escucha el silencio?”
Es complejo, muy raro, porque yo escucho la más bella sinfonía.
La sal de la locura , de Fredy Yzzed (fragmento)
Primer Premio de Poesía, VII Concurso Nacional macedonio Fernández
Jurado: María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera, Javier Adúriz
Foto: entrega de premios, 18 de diciembre de 2010
macedonianos 2010
El infierno se quema delicadamente como una hoja de papel. A veces es más humo que palabras. Otras veces más vacío que silencio. Esa hormiguita en el largo camino de una baldosa.
Todos los hombres van con su infierno dentro. Algunos tienen un infierno con mansiones, otros tienen infiernos pequeños que se confunden con los pecados. Alguien sin rostro me dijo que el fuego muere con más fuego.
Los enfermeros me han golpeado y me han amarrado varios días. Me han quitado aterrados la caja de fósforos junto al tanque de gas abierto.
Me han prohibido jugar con fuego.
HOY HE PENSADO que todos nacemos con la ayuda de una delgada cuerda. Una soga de la que nos agarramos para deslizarnos por las entrañas del sexo de nuestra madre. La primera relación sexual es con nuestra madre. Una madeja de hilo del que vivimos tirando de la cama a la oficina, de la calle a otro hombre, de lo que creemos sentir a lo que necesitamos saber. Primero la mano izquierda, luego con fuerza la mano derecha. Como Teseo vamos por el mundo a través de los siglos aferrándonos a ella; creemos que es la esperanza, el camino incierto de la felicidad.
Pero a mi cuerda alguien o algo la ha cortado de un tajo. El hilo de Teseo me ha traído a este consultorio a hablar de ella y de mis noches. Me ha dejado en el precipicio de estar conmigo mismo.
SIEMPRE QUE ESTOY solo se me ocurre un personaje. Es la misma escena desde hace unos meses. En realidad no sé si la he leído en alguna parte o la he imaginado. Hasta ahora no entiendo por qué no cambian los detalles. Se me ocurre que hay un hombre viejo encerrado en un cuarto. A través de una puerta pequeña le pasan los platos con comida. Los traga moderadamente. Masca un muslo de pollo y le parecen bellos los cantos de los gorriones. Luego pasa a través de la misma puerta el plato desocupado.
El mismo anciano con su cabello blanco en desorden se sienta frente a un piano. Oprime las teclas como si de verdad supiese interpretar el instrumento. Cierra los ojos como despojado por la música. Ladea la cabeza de un lado a otro como si viajara en la balsa de las notas. Pero ocurre que dentro del piano las cuerdas están cortadas con tijeras. Del piano no sale ningún sonido. Es en ese instante que el hombre se voltea, me mira por primera vez y me dice: “¿Escucha el silencio?”
Es complejo, muy raro, porque yo escucho la más bella sinfonía.
La sal de la locura , de Fredy Yzzed (fragmento)
Primer Premio de Poesía, VII Concurso Nacional macedonio Fernández
Jurado: María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera, Javier Adúriz
Foto: entrega de premios, 18 de diciembre de 2010
macedonianos 2010
sábado, 18 de diciembre de 2010
macedonianos en acción
queridos amigos: el próximo sábado 18 de diciembre se realizará la entrega de premios y diplomas del VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, que tuvo como jurado a los escritores Silvia Camerotto, Roberto Ferro y Carlos Pereiro en narrativa y María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera y Javier Adúriz en poesía.
A través del Concurso Macedonio Fernández de narrativa breve y poesía, nuestro objetivo es difundir la nueva creación literaria nacional. Este concurso cuenta con el apoyo institucional y económico de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura de la Fundación Médica de Lomas de Zamora. Idea y coordinación general, Roxana Palacios.
El premio único para cada género consiste es la edición de 500 libros más la suma de 3.000 pesos, que serán entregados a los escritores
Gonzalo Martínez Methol por su libro La intemperie (el frío de la especie), narrativa
Fredy Yzzed, por su libro La sal de la locura, poesía
La Fundación Médica de Lomas de Zamora se reserva el derecho a la cantidad de 100 libros para su circulación gratuita en bibliotecas, centros culturales y encuentros literarios.
Finalistas de poesía:
La hija desierta, María del Carmen Sánchez
El abandono, Paula Inés Aramburu
No hay zapatos en Babilonia, Fabián Vique
De dónde traigo tanta sed, Mariana Riera
Mapas, mapas, María de la Paz Garberoglio
Revelaciones de otras criaturas, Jorge Daniel Santkovsky
Sitiados de ánimo, Alicia Márquez
Epitafios sin garantías, Gustavo José Rodríguez
Finalistas de narrativa:
Emir, Un poco más lejos, Marcelo Brignole
Oficios, Patricio Hernán Agüed
El subsuelo y otros cuentos, Nicolás Barrasa
La foto en la tercera página, Néstor Sebastián Chilano
Después del acto serviremos un vino de honor. Los esperamos!!
Fundación Médica de Lomas de Zamora, Colombres 420, Lomas de Zamora.
4-244-1080, int 29
A través del Concurso Macedonio Fernández de narrativa breve y poesía, nuestro objetivo es difundir la nueva creación literaria nacional. Este concurso cuenta con el apoyo institucional y económico de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura de la Fundación Médica de Lomas de Zamora. Idea y coordinación general, Roxana Palacios.
El premio único para cada género consiste es la edición de 500 libros más la suma de 3.000 pesos, que serán entregados a los escritores
Gonzalo Martínez Methol por su libro La intemperie (el frío de la especie), narrativa
Fredy Yzzed, por su libro La sal de la locura, poesía
La Fundación Médica de Lomas de Zamora se reserva el derecho a la cantidad de 100 libros para su circulación gratuita en bibliotecas, centros culturales y encuentros literarios.
Finalistas de poesía:
La hija desierta, María del Carmen Sánchez
El abandono, Paula Inés Aramburu
No hay zapatos en Babilonia, Fabián Vique
De dónde traigo tanta sed, Mariana Riera
Mapas, mapas, María de la Paz Garberoglio
Revelaciones de otras criaturas, Jorge Daniel Santkovsky
Sitiados de ánimo, Alicia Márquez
Epitafios sin garantías, Gustavo José Rodríguez
Finalistas de narrativa:
Emir, Un poco más lejos, Marcelo Brignole
Oficios, Patricio Hernán Agüed
El subsuelo y otros cuentos, Nicolás Barrasa
La foto en la tercera página, Néstor Sebastián Chilano
Después del acto serviremos un vino de honor. Los esperamos!!
Fundación Médica de Lomas de Zamora, Colombres 420, Lomas de Zamora.
4-244-1080, int 29
viernes, 3 de diciembre de 2010
macedonianos, en adhesión al día mundial del NO uso de plaguicidas
El ojo de la foca -mi amuleto- me llevará hasta el oso blanco.
¿Hay algo más bello que perseguir al oso blanco en el océano blanco?
Hace muchos sueños que sigo sus rastros, estas pisadas
en la nieve que el viento borra y no llevan a ninguna parte;
y los ojos, de tanto mirar, ya han dejado de ver.
Pero a veces, en la inmensa blancura, he creído escuchar
una especie de lamento,
un bostezo no parecido al de ninguna otra criatura viviente;
y cuando aparecen los primeros pelos de la sombra
y el sol sangra cada vez más hasta desaparecer,
alguien ha visto una silueta sobre la ladera
convirtiendo la noche en el día, la oscuridad en luz.
Ahora se ha agotado el aceite de la lámpara,
las estrellas emigran hacia la tierra del caribú
y los hombres, excitados, colocan las trampas,
esperan la presa que se oculta para mostrarse.
¿Qué es ese resplandor en la escarpada colina?
Tres veces he frotado el ojo de la muerte,
tres veces prometí las vísceras a los hombres y los perros,
tres veces ofrecí como cebo mi corazón.
Y un día temblarán los cielos y la tierra,
un día la vara mortal atravesará su cuerpo,
y entonces colgaremos de un asta su vejiga
para ahuyentar la sombra y el espíritu de la sombra.
Luego arrastraremos sus restos cuesta abajo, hacia el mar,
y envueltos para siempre en la piel inmaculada,
seguiremos la marcha riendo clamorosamente
y dándonos los unos a los otros grandes palmadas en la espalda.
Horacio Castillo
Alaska, 1993
Foto: deshielo polar
http://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http://efectoinvernadero.comxa.com/polo_norte.jpg&imgrefurl=http://efectoinvernadero.comxa.com/default2.htm&usg=__fz4xNKG59OLpN_1BPby6xEZ2rHo=&h=335&w=500&sz=41&hl=es&start=0&sig2=JvLq5Mc12myvV8x74W3p5A&zoom=1&tbnid=GdivXJ27pRKPLM:&tbnh=114&tbnw=153&ei=PQX5TKeyAsGC8gacmoj4CA&prev=/images%3Fq%3Ddeshielo%2Bpolar%26hl%3Des%26sa%3DG%26biw%3D1362%26bih%3D520%26gbv%3D2%26tbs%3Disch:1&itbs=1&iact=rc&dur=264&oei=PQX5TKeyAsGC8gacmoj4CA&esq=1&page=1&ndsp=24&ved=1t:429,r:3,s:0&tx=88&ty=54
¿Hay algo más bello que perseguir al oso blanco en el océano blanco?
Hace muchos sueños que sigo sus rastros, estas pisadas
en la nieve que el viento borra y no llevan a ninguna parte;
y los ojos, de tanto mirar, ya han dejado de ver.
Pero a veces, en la inmensa blancura, he creído escuchar
una especie de lamento,
un bostezo no parecido al de ninguna otra criatura viviente;
y cuando aparecen los primeros pelos de la sombra
y el sol sangra cada vez más hasta desaparecer,
alguien ha visto una silueta sobre la ladera
convirtiendo la noche en el día, la oscuridad en luz.
Ahora se ha agotado el aceite de la lámpara,
las estrellas emigran hacia la tierra del caribú
y los hombres, excitados, colocan las trampas,
esperan la presa que se oculta para mostrarse.
¿Qué es ese resplandor en la escarpada colina?
Tres veces he frotado el ojo de la muerte,
tres veces prometí las vísceras a los hombres y los perros,
tres veces ofrecí como cebo mi corazón.
Y un día temblarán los cielos y la tierra,
un día la vara mortal atravesará su cuerpo,
y entonces colgaremos de un asta su vejiga
para ahuyentar la sombra y el espíritu de la sombra.
Luego arrastraremos sus restos cuesta abajo, hacia el mar,
y envueltos para siempre en la piel inmaculada,
seguiremos la marcha riendo clamorosamente
y dándonos los unos a los otros grandes palmadas en la espalda.
Horacio Castillo
Alaska, 1993
Foto: deshielo polar
http://www.google.com.ar/imgres?imgurl=http://efectoinvernadero.comxa.com/polo_norte.jpg&imgrefurl=http://efectoinvernadero.comxa.com/default2.htm&usg=__fz4xNKG59OLpN_1BPby6xEZ2rHo=&h=335&w=500&sz=41&hl=es&start=0&sig2=JvLq5Mc12myvV8x74W3p5A&zoom=1&tbnid=GdivXJ27pRKPLM:&tbnh=114&tbnw=153&ei=PQX5TKeyAsGC8gacmoj4CA&prev=/images%3Fq%3Ddeshielo%2Bpolar%26hl%3Des%26sa%3DG%26biw%3D1362%26bih%3D520%26gbv%3D2%26tbs%3Disch:1&itbs=1&iact=rc&dur=264&oei=PQX5TKeyAsGC8gacmoj4CA&esq=1&page=1&ndsp=24&ved=1t:429,r:3,s:0&tx=88&ty=54
martes, 30 de noviembre de 2010
Presentación de Desterrado Ángel de la guarda, de Laura Massolo
Jueves 2 de diciembre, a las 19, en Hipólito Yrigoyen 13.200, Adrogué
Ahora nadie sabe qué hacer con este miedo
Ahora nadie sabe los nombres de las cosas
Ahora no hay manera de presentir caminos
Es un derrame Son colores inéditos Es la forma de oler
Una imagen persistente y el mismo golpe que demanda
Todo lo que pide más
todo lo que se guarda en cavidades
una necesidad urgente de repasar cada momento Y todavía no
Es un aceite que hace ruido en las ampollas
Es un telón recién abierto El prólogo El teléfono que no El almanaque con la marca nueva
Ahora nadie se anima a dar un paso
Son los poros clavados en laa última presión La llegada que fue Ese primer acceso Una mezcla de tiempos Un desorden
Es la cara de asombro
la fruta sin cáscara
la médula que brota
el jugo que manchaa
Son las rutas empapadas con la lluvia La vieja sombra
Es lamer una dulzuraa capaz de robar todo el perfume de las horas
Y apretar así
Y que decante
Que tome su forma de algodones
de costumbre
de reloj
Ahora nadie quiere soltar nada de lo que quedó en las manos
Es la sensación de haber tragado luz Nadie determina que se apague Nadie asume riesgos
Ahora es una lenta digestión de dicha
Ahora la felicidad busca un lugar
y pide tiempo
"Ahora todavía no", en Desterrado Ángel de la guarda, Laura Massolo, 2010
Ahora nadie sabe qué hacer con este miedo
Ahora nadie sabe los nombres de las cosas
Ahora no hay manera de presentir caminos
Es un derrame Son colores inéditos Es la forma de oler
Una imagen persistente y el mismo golpe que demanda
Todo lo que pide más
todo lo que se guarda en cavidades
una necesidad urgente de repasar cada momento Y todavía no
Es un aceite que hace ruido en las ampollas
Es un telón recién abierto El prólogo El teléfono que no El almanaque con la marca nueva
Ahora nadie se anima a dar un paso
Son los poros clavados en laa última presión La llegada que fue Ese primer acceso Una mezcla de tiempos Un desorden
Es la cara de asombro
la fruta sin cáscara
la médula que brota
el jugo que manchaa
Son las rutas empapadas con la lluvia La vieja sombra
Es lamer una dulzuraa capaz de robar todo el perfume de las horas
Y apretar así
Y que decante
Que tome su forma de algodones
de costumbre
de reloj
Ahora nadie quiere soltar nada de lo que quedó en las manos
Es la sensación de haber tragado luz Nadie determina que se apague Nadie asume riesgos
Ahora es una lenta digestión de dicha
Ahora la felicidad busca un lugar
y pide tiempo
"Ahora todavía no", en Desterrado Ángel de la guarda, Laura Massolo, 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
psicología de enjambre, Macedonio Fernández
Una moral de Enjambre concluiría con todo el discrepar político y económico. Pero cómo nace la moral de enjambre. ¿Por una política (coerción) anterior?
Moral de enjambre llamo a la confusión de cada individuo con los demás del grupo. O sea, psicológicamente: cada individuo posee su propio psiquismo (sin aviso), y el de simpatía en participación.
Sólo cierta política podría llevar a tal moral, pero también podría ser resultado de un conjunto de casualidades o sincronismos: a fuerza de tener que obrar colectivamente para salvarse de peligros exteriores, se formaría esa sociología y psicología de enjambre. A las veinte veces que un grupo de obreros mueve a una sola voz un tirante, o rema, o tira de una soga, acaba por producirse un proceso de identificación que no se da en un grupo aleatorio, incidental.
¿Cuáles son las causas específicas de la convivencia de enjambre de abejas? ¿Por qué hay la pasión de enjambre en las abejas y no en los mosquitos, aunque las abejas están dotadas de armadura, de suerte que podrían vivir solitarias?
Quizá la obligación de luchar siempre en circunstancias en qe la acción individual es ineficaz, determinó reunión tan íntima: lo que no podía el pequeño poder ofensivo de una picadura para abatir un enemigo lo podín veinte picaduras, es decir la comunidad. Los muertos por enjambre de abejas lo dirían.
Las abejas sobreviven como especie que son porque la casualidad (accidental natural) hizo que en su psíquica, en sus impulsos activos se dio el impulso de atacar todas cuando ataca una, al mismo tiempo, al mismo enemigo; como un ataque individual es pobre en poderes, este tipo de animal no hubiera sobrevivido, ¿en ese tipo?, ¿habría sido otro tipo? Para que haya este impulso psíquico debe haber una particularidad neural o caso así en su fisiología. Cuál es, nunca lo sabremos; ni es necesario, útil, saberlo. Así como el mayor fisiólogo y todos los humanos no padecen nada por ignorar la cifra de millones de células de tal o cual cuerpo humano.
También una política, y una educación, podrían obtener este resultado: reemplazar esa caasualidad cósmica que hizo nacer el Enjambre por un plan pensado que conduzca al mismo efecto. El sistema de la policía es aplastar numéricamente al enemigo: uno contra cinco; la moral de enjambre tiende a hacer buenos a los niños, hacer que sientan el dolor ajeno lo mismo que el propio.
Nosotros los hombres somos biológicamente muy defectuosos; creo que muchos animales pueden vivir sin comer y sin respirar o practican sistemas de auto catalepsiarse o enquistarse cuando las circunstancias son desfavorables. Aquí, si nos desmayamos, corre un médico para sacarnos del desmayo, como si fuera un pozo sin fondo. En el box cae el boxeador y sólo se le da ventilación y, a lo sumo, una toalla húmeda. Si en este caso se acepta el auxilio exterior es porque participamos en un plan de colaboración porque es más barato; fisiológicamente, por ejemplo, si se nos atraganta un huesito: otro nos auxiliará más eficazmente por la dificultad que tenemos de ver nuestra propia garganta. Lo mismo en el caso de echarle agua al boxeador, pero no orque sea necesario "intervenir" ¿Grado de enjambre?
Moral de enjambre llamo a la confusión de cada individuo con los demás del grupo. O sea, psicológicamente: cada individuo posee su propio psiquismo (sin aviso), y el de simpatía en participación.
Sólo cierta política podría llevar a tal moral, pero también podría ser resultado de un conjunto de casualidades o sincronismos: a fuerza de tener que obrar colectivamente para salvarse de peligros exteriores, se formaría esa sociología y psicología de enjambre. A las veinte veces que un grupo de obreros mueve a una sola voz un tirante, o rema, o tira de una soga, acaba por producirse un proceso de identificación que no se da en un grupo aleatorio, incidental.
¿Cuáles son las causas específicas de la convivencia de enjambre de abejas? ¿Por qué hay la pasión de enjambre en las abejas y no en los mosquitos, aunque las abejas están dotadas de armadura, de suerte que podrían vivir solitarias?
Quizá la obligación de luchar siempre en circunstancias en qe la acción individual es ineficaz, determinó reunión tan íntima: lo que no podía el pequeño poder ofensivo de una picadura para abatir un enemigo lo podín veinte picaduras, es decir la comunidad. Los muertos por enjambre de abejas lo dirían.
Las abejas sobreviven como especie que son porque la casualidad (accidental natural) hizo que en su psíquica, en sus impulsos activos se dio el impulso de atacar todas cuando ataca una, al mismo tiempo, al mismo enemigo; como un ataque individual es pobre en poderes, este tipo de animal no hubiera sobrevivido, ¿en ese tipo?, ¿habría sido otro tipo? Para que haya este impulso psíquico debe haber una particularidad neural o caso así en su fisiología. Cuál es, nunca lo sabremos; ni es necesario, útil, saberlo. Así como el mayor fisiólogo y todos los humanos no padecen nada por ignorar la cifra de millones de células de tal o cual cuerpo humano.
También una política, y una educación, podrían obtener este resultado: reemplazar esa caasualidad cósmica que hizo nacer el Enjambre por un plan pensado que conduzca al mismo efecto. El sistema de la policía es aplastar numéricamente al enemigo: uno contra cinco; la moral de enjambre tiende a hacer buenos a los niños, hacer que sientan el dolor ajeno lo mismo que el propio.
Nosotros los hombres somos biológicamente muy defectuosos; creo que muchos animales pueden vivir sin comer y sin respirar o practican sistemas de auto catalepsiarse o enquistarse cuando las circunstancias son desfavorables. Aquí, si nos desmayamos, corre un médico para sacarnos del desmayo, como si fuera un pozo sin fondo. En el box cae el boxeador y sólo se le da ventilación y, a lo sumo, una toalla húmeda. Si en este caso se acepta el auxilio exterior es porque participamos en un plan de colaboración porque es más barato; fisiológicamente, por ejemplo, si se nos atraganta un huesito: otro nos auxiliará más eficazmente por la dificultad que tenemos de ver nuestra propia garganta. Lo mismo en el caso de echarle agua al boxeador, pero no orque sea necesario "intervenir" ¿Grado de enjambre?
sábado, 6 de noviembre de 2010
Gloria, mucha, a la mañana que llega, Javier Adúriz
Esta grosería ancestral, no creas,
no es otra cosa que escenografía.
La maldición, el grito impertérrito,
los lugares bizarros: caños, aljibes,
molinetes de imposible equilibrio,
una burda puesta en escena. Mis
poderes reales son otros, no el susto
menor o la matraca en llamas.
No te confundas. Hasta donde se
y mi deformidad distorsionada
lo permite, la pasion literaria
malgasta toda verdad probada.
Entonces, a qué tu llanto, querida.
Vámonos con Pancho Villa, amor, otro circo
donde cualquiera nos tome de la mano.
"De labios del pitufo Enrique"
1
Cielito, pucha qué cielo
cielo amargo del país,
ojalá pudiera verte
como alguna vez te vi:
cielo, cielito y más cielo,
algo grande de vivir,
callecitas trabajadas,
campos para sonreír.
Es un témpaano de sombras
tantas penurias así;
adónde este sueño, adónde,
¡qué lejos estás de aquí!
2
Sueño, sueño, sueño, sueño
algo grande de sentir,
callecitas trabajadas
como alguna vez las vi:
cielo, cielito y más cielo,
algo noble de vivir;
callecitas de nosotros
campos para sonreír.
Sueño, sueñito y más sueño.
cielo dulce del país,
adónde esta tierra, adónde,
que pronto me iré de aquí.
3
Es un témpano de sombras
tantas penurias así:
adónde, este sueño, adónde,
qué lejos estás de aquí.
Cielito, pucha qué sueño.
"Cielito" (canción)
Arde la luna, arde igual que un garfio,
con cuanto filo que lastima el aire.
-Honor,honor al lago que tiembla
y es el modo de un sueño. Gloria
a ese violento dormitar de un pájaro.
Gloria mucha...a la mañana que llega.
Algo desata el nudo de las apariencias,
la entraña alta de las apariencias.
-No un nombre, no el camino,
no el santón de ojitos en la nuca.
Nada de lo que suceda en vano. Gloria...
a esta furia que cede con el sol naciendo.
"Canción del samurai"
Canción del samurai, 2004
Ayer a la tarde resolví convertirme en un peregrino del cielo y salir a caminar por los pasillos de dios. Principalmente porque llegó la hora del despojamiento. Me refiero a esa especie de afán de dar un paso y otro y otro, en busca de mis vagas certezas. De aahí también el hecho oportuno de elegir los ahijú como vehículo de la percepción. Me dije: cada verdad ocasional debe ser anotada en este cuaderno que me regalaron en el año sesenta y cinco, aunque los fragmentos vengan del silencio y no hallen más validez que la de su propio enunciado...Sí, maltrecho lector: seamos viajeros de la eternidad.
A cada paso
Vas hundiendo la piel
En otra carne
Esto es así, 2009
* Foto: macedonianos
no es otra cosa que escenografía.
La maldición, el grito impertérrito,
los lugares bizarros: caños, aljibes,
molinetes de imposible equilibrio,
una burda puesta en escena. Mis
poderes reales son otros, no el susto
menor o la matraca en llamas.
No te confundas. Hasta donde se
y mi deformidad distorsionada
lo permite, la pasion literaria
malgasta toda verdad probada.
Entonces, a qué tu llanto, querida.
Vámonos con Pancho Villa, amor, otro circo
donde cualquiera nos tome de la mano.
"De labios del pitufo Enrique"
1
Cielito, pucha qué cielo
cielo amargo del país,
ojalá pudiera verte
como alguna vez te vi:
cielo, cielito y más cielo,
algo grande de vivir,
callecitas trabajadas,
campos para sonreír.
Es un témpaano de sombras
tantas penurias así;
adónde este sueño, adónde,
¡qué lejos estás de aquí!
2
Sueño, sueño, sueño, sueño
algo grande de sentir,
callecitas trabajadas
como alguna vez las vi:
cielo, cielito y más cielo,
algo noble de vivir;
callecitas de nosotros
campos para sonreír.
Sueño, sueñito y más sueño.
cielo dulce del país,
adónde esta tierra, adónde,
que pronto me iré de aquí.
3
Es un témpano de sombras
tantas penurias así:
adónde, este sueño, adónde,
qué lejos estás de aquí.
Cielito, pucha qué sueño.
"Cielito" (canción)
Arde la luna, arde igual que un garfio,
con cuanto filo que lastima el aire.
-Honor,honor al lago que tiembla
y es el modo de un sueño. Gloria
a ese violento dormitar de un pájaro.
Gloria mucha...a la mañana que llega.
Algo desata el nudo de las apariencias,
la entraña alta de las apariencias.
-No un nombre, no el camino,
no el santón de ojitos en la nuca.
Nada de lo que suceda en vano. Gloria...
a esta furia que cede con el sol naciendo.
"Canción del samurai"
Canción del samurai, 2004
Ayer a la tarde resolví convertirme en un peregrino del cielo y salir a caminar por los pasillos de dios. Principalmente porque llegó la hora del despojamiento. Me refiero a esa especie de afán de dar un paso y otro y otro, en busca de mis vagas certezas. De aahí también el hecho oportuno de elegir los ahijú como vehículo de la percepción. Me dije: cada verdad ocasional debe ser anotada en este cuaderno que me regalaron en el año sesenta y cinco, aunque los fragmentos vengan del silencio y no hallen más validez que la de su propio enunciado...Sí, maltrecho lector: seamos viajeros de la eternidad.
A cada paso
Vas hundiendo la piel
En otra carne
Esto es así, 2009
* Foto: macedonianos
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Fallo del VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, Narrativa
Queridos amigos:
copio a continuación la nómina de los cinco textos elegidos por el jurado de Narrativa que integraron los escritores Silvia Camerotto, Carlos Pereiro y Roberto Ferro para el VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, cuyo objetivo es colaborar con la difusión de la producción literaria de autores residentes en la República Argentina.
De esta selección -a cuyos autores se les entregará un diploma de reconocimiento, en fecha a designar, durante el mes de diciembre- se acordó en otorgar el premio único del concurso al texto publicado a continuación.
Recordamos que el Premio Macedonio Fernández consiste en la edición de 500 ejemplares del poemario ganador -de los cuales el Taller Macedonio Fernández se reserva cien para distribución gratuita en Bibliotecas, Centros Culturales y Talleres de lectura- y un incentivo en efectivo de tres mil pesos ($ 3.000), que serán entregados al ganador durante el acto de premiación, en el mes de diciembre.
Quiero agradecer especialmente a los médicos integrantes de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura, Comisión directiva y Comisión de Información, Prensa y Relaciones Públicas del Círculo Médico de Lomas de Zamora, que apoyan este proyecto, institucional y económicamente, desde hace siete años, y sin el cual resultaría imposible mi gestión.
Gracias entonces a los miembros del Jurado Silvia Camerotto, Carlos Pereiro y Roberto Ferro, y a los Dres. Guillermo Brandt, Fernando Mendyrzycki, Carlos Decuzzi, Gustavo Martínez, Oscar Corrado, José Palombo y Adrián Balbín, y al señor Mauricio Galimberti, editor de lós libros ganadores.
Roxana Palacios
Nómina de textos seleccionados:
28: Emir, Un poco más lejos, Marcelo Brignole, M. del Plata, BA
36: Fulano Zutano, Oficios, Patricio Hernán Agüed, Lanús, BA
52: Pedro Luna, La intemperie, Gonzalo Javier Martínez Methol, La Plata, BA
54: Iribarren, El subsuelo y otros cuentos, Nicolás Barrasa, Santos Lugares, BA
59: Elzevir, La foto en la tercera página, Néstor Sebastián Chilano, M. del Plata, BA
Premio Macedonio Fernández de Narrativa 2010: La intemperie, de Gonzalo Javier Martínez Methol
Foto: Adúriz, Ferro, Pazos, Garland, Palacios. Feria del libro 2009
copio a continuación la nómina de los cinco textos elegidos por el jurado de Narrativa que integraron los escritores Silvia Camerotto, Carlos Pereiro y Roberto Ferro para el VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, cuyo objetivo es colaborar con la difusión de la producción literaria de autores residentes en la República Argentina.
De esta selección -a cuyos autores se les entregará un diploma de reconocimiento, en fecha a designar, durante el mes de diciembre- se acordó en otorgar el premio único del concurso al texto publicado a continuación.
Recordamos que el Premio Macedonio Fernández consiste en la edición de 500 ejemplares del poemario ganador -de los cuales el Taller Macedonio Fernández se reserva cien para distribución gratuita en Bibliotecas, Centros Culturales y Talleres de lectura- y un incentivo en efectivo de tres mil pesos ($ 3.000), que serán entregados al ganador durante el acto de premiación, en el mes de diciembre.
Quiero agradecer especialmente a los médicos integrantes de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura, Comisión directiva y Comisión de Información, Prensa y Relaciones Públicas del Círculo Médico de Lomas de Zamora, que apoyan este proyecto, institucional y económicamente, desde hace siete años, y sin el cual resultaría imposible mi gestión.
Gracias entonces a los miembros del Jurado Silvia Camerotto, Carlos Pereiro y Roberto Ferro, y a los Dres. Guillermo Brandt, Fernando Mendyrzycki, Carlos Decuzzi, Gustavo Martínez, Oscar Corrado, José Palombo y Adrián Balbín, y al señor Mauricio Galimberti, editor de lós libros ganadores.
Roxana Palacios
Nómina de textos seleccionados:
28: Emir, Un poco más lejos, Marcelo Brignole, M. del Plata, BA
36: Fulano Zutano, Oficios, Patricio Hernán Agüed, Lanús, BA
52: Pedro Luna, La intemperie, Gonzalo Javier Martínez Methol, La Plata, BA
54: Iribarren, El subsuelo y otros cuentos, Nicolás Barrasa, Santos Lugares, BA
59: Elzevir, La foto en la tercera página, Néstor Sebastián Chilano, M. del Plata, BA
Premio Macedonio Fernández de Narrativa 2010: La intemperie, de Gonzalo Javier Martínez Methol
Foto: Adúriz, Ferro, Pazos, Garland, Palacios. Feria del libro 2009
sábado, 30 de octubre de 2010
el celo es la envidia al revés, Roberto Arlt
Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones. Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología individual.
Puede establecerse esta regla: Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es. La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.
Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las "vivas", las astutas y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de que "puede" componerse el alma femenina. (Conste que digo "de que puede componerse", no de que se compone.)
Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.
Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En síntesis, el celo es la envidia al revés.
Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo "llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido".
A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor tranquilidad de ambos.
Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden, es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación "práctica de la voluntad" es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: "Algún día llegará". Y en algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el Registro Civil, que debía denominarse "Registro de la Propiedad Femenina".
Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un_ bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares, como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.
Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas: -Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no los va a tener todo el día pegados a las faldas... Y los "chicos grandes" se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos... Pero este es tema para otra oportunidad.
"Causa y sinrazón de los celos", Aguafuertes porteñas, Roberto Arlt, 1958
Foto: Los amantes, René Magritte, 1928
Puede establecerse esta regla: Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es. La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.
Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las "vivas", las astutas y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de que "puede" componerse el alma femenina. (Conste que digo "de que puede componerse", no de que se compone.)
Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.
Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En síntesis, el celo es la envidia al revés.
Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo "llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido".
A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor tranquilidad de ambos.
Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden, es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación "práctica de la voluntad" es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: "Algún día llegará". Y en algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el Registro Civil, que debía denominarse "Registro de la Propiedad Femenina".
Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un_ bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares, como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.
Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas: -Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no los va a tener todo el día pegados a las faldas... Y los "chicos grandes" se divierten. Más aún, se olvidan de que un día fueron celosos... Pero este es tema para otra oportunidad.
"Causa y sinrazón de los celos", Aguafuertes porteñas, Roberto Arlt, 1958
Foto: Los amantes, René Magritte, 1928
jueves, 28 de octubre de 2010
claro, como el agua, por Roxana Palacios
Hace tiempo regreso, una y otra vez, a una grabación donde Cortázar camina por París mientras habla de los graffiti -esos fragmentos de arte popular superpuestos uno sobre otro como un mensaje a decodificar- y juega con el tiempo. Con la noción de tiempo, quiero decir. Dice algo así como que él está, en el presente, grabando algo que para nosotros será, al escuchar, el pasado, y que sin embargo para él, pertenece, ahora, al rango del futuro. Entonces pienso en el París de la derecha y de la izquierda, divididos tan sólo por una línea de agua dulce, y pienso en el Mar Dulce, que era sólo eso, agua, antes del bautismo de Solís.
Estamos atravesados por la cultura, con todo el progreso tecnológico, las fecundaciones asistidas, las ecografías 4D o la tecnología al servicio de las neurociencias; con la revolución informática y estas posibilidades de simultaneidad impensadas para nuestros padres; con todo lo que implica la velocidad: velocidad para el trabajo, velocidad para la diversión, velocidad para las relaciones; con lo nuevo, lo último, lo que envejece cada vez más pronto. Y uno no puede quedarse afuera, claro…el celular, por ejemplo, la computadora, parecen tan indispensables como el agua. Pero no.
Es raro, inicié esta nota pensando en los graffiti de París como una metáfora de mensaje atemporal: la historia de lo que se construye superpuesta con la historia de lo que se destruye. Eso dice Cortázar, que los graffiti son un poema anónimo de pegadores de carteles y poetas populares que se fueron superponiendo, de colores que se fueron mezclando y uno tiende a mirar el último por apurado, por no haber aprendido a caminar verdaderamente una ciudad.
Todo es distante y diferente y a la vez parece irreconciliable, dice, y yo pienso en un palimpsesto, un texto que fue borroneado por otro más nuevo, y otro, y otro más, pero que nunca dejó de existir allí debajo, como una huella erosionada pero indestructible.
Me decidí a observar detenidamente grafitos en la calle. Me sorprendió el cambio de ritmo y de tono de los últimos trazos. Más política y violencia, más guerra, menos ecología, pero también igualdad, hambre, libertades o derechos. Pocos días después de caminar mi experiencia, visitar diferentes rincones de la ciudad, ingresar en diversos sitios que convocan gente para diferentes actividades, entré en un jardín de infantes y un chico de pelo rojo me llevó al rincón de los graffiti. Me gustó lo que vi, palabras superpuestas escritas con semillas, con tintas naturales, con cortezas recogidas del suelo, unas sobre otras, como un palimpsesto. Logré leer algunos fragmentos de palabras o de frases y no me detuve en las de más arriba sino en tres palabras enteras por debajo de las otras, escritas con recortes de papel de diario: cuidemos el agua, así de claro.
Estamos atravesados por la cultura: tecnología, velocidad, inseguridad, manifestaciones de lo efímero, mega proyectos que se relacionan con abusos del pasado para enriquecer abusadores del presente y convertirse en la guerra del futuro.
Y el agua se termina.
El arte salva, pero únicamente allí donde es posible experimentar toda la fragilidad y la vulnerabilidad de la vida.
Sigo mirando grafitos, a ver si aprendo a leer los signos, como Cortázar, y a caminar verdaderamente la ciudad.
Foto: Infosur (megaminería)
Texto: Subjetividad del tiempo, Julio Cortázar
información didáctica en http://www.youtube.com/watch?v=ryfCWnDPc5U
http://www.youtube.com/watch?v=d-A662YtqOA
Estamos atravesados por la cultura, con todo el progreso tecnológico, las fecundaciones asistidas, las ecografías 4D o la tecnología al servicio de las neurociencias; con la revolución informática y estas posibilidades de simultaneidad impensadas para nuestros padres; con todo lo que implica la velocidad: velocidad para el trabajo, velocidad para la diversión, velocidad para las relaciones; con lo nuevo, lo último, lo que envejece cada vez más pronto. Y uno no puede quedarse afuera, claro…el celular, por ejemplo, la computadora, parecen tan indispensables como el agua. Pero no.
Es raro, inicié esta nota pensando en los graffiti de París como una metáfora de mensaje atemporal: la historia de lo que se construye superpuesta con la historia de lo que se destruye. Eso dice Cortázar, que los graffiti son un poema anónimo de pegadores de carteles y poetas populares que se fueron superponiendo, de colores que se fueron mezclando y uno tiende a mirar el último por apurado, por no haber aprendido a caminar verdaderamente una ciudad.
Todo es distante y diferente y a la vez parece irreconciliable, dice, y yo pienso en un palimpsesto, un texto que fue borroneado por otro más nuevo, y otro, y otro más, pero que nunca dejó de existir allí debajo, como una huella erosionada pero indestructible.
Me decidí a observar detenidamente grafitos en la calle. Me sorprendió el cambio de ritmo y de tono de los últimos trazos. Más política y violencia, más guerra, menos ecología, pero también igualdad, hambre, libertades o derechos. Pocos días después de caminar mi experiencia, visitar diferentes rincones de la ciudad, ingresar en diversos sitios que convocan gente para diferentes actividades, entré en un jardín de infantes y un chico de pelo rojo me llevó al rincón de los graffiti. Me gustó lo que vi, palabras superpuestas escritas con semillas, con tintas naturales, con cortezas recogidas del suelo, unas sobre otras, como un palimpsesto. Logré leer algunos fragmentos de palabras o de frases y no me detuve en las de más arriba sino en tres palabras enteras por debajo de las otras, escritas con recortes de papel de diario: cuidemos el agua, así de claro.
Estamos atravesados por la cultura: tecnología, velocidad, inseguridad, manifestaciones de lo efímero, mega proyectos que se relacionan con abusos del pasado para enriquecer abusadores del presente y convertirse en la guerra del futuro.
Y el agua se termina.
El arte salva, pero únicamente allí donde es posible experimentar toda la fragilidad y la vulnerabilidad de la vida.
Sigo mirando grafitos, a ver si aprendo a leer los signos, como Cortázar, y a caminar verdaderamente la ciudad.
Foto: Infosur (megaminería)
Texto: Subjetividad del tiempo, Julio Cortázar
información didáctica en http://www.youtube.com/watch?v=ryfCWnDPc5U
http://www.youtube.com/watch?v=d-A662YtqOA
domingo, 24 de octubre de 2010
Fallo macedoniano: Poesía
Queridos amigos:
copio a continuación la nómina de los nueve textos elegidos por el jurado de Poesía que integraron los poetas María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera y Javier Adúriz para el VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, cuyo objetivo es colaborar con la difusión de la producción literaria de autores residentes en la República Argentina.
De esta selección entre lo poemarios participantes -a cuyos autores se les entregará un diploma de reconocimiento, en fecha a designar, durante el mes de diciembre- se seleccionaron dos textos finalistas que continuaron participando por el premio único del concurso.
El Premio Macedonio Fernández consiste en la edición de 500 ejemplares del poemario ganador -de los cuales el Taller Macedonio Fernández se reserva cien para distribución gratuita en Bibliotecas, Centros Culturales y Talleres de lectura- y un incentivo en efectivo de tres mil pesos ($ 3.000), que serán entregados al ganador durante el acto de premiación, en el mes de diciembre.
Quiero agradecer especialmente a los médicos integrantes de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura, Comisión directiva y Comisión de Información, Prensa y Relaciones Públicas del Círculo Médico de Lomas de Zamora, que apoyan este proyecto, institucional y económicamente, desde hace siete años, y sin el cual resultaría imposible mi gestión.
Gracias entonces a los Dres. Guillermo Brandt, Fernando Mendyrzycki, Carlos Decuzzi, Gustavo Martínez, Oscar Corrado, José Palombo y Adrián Balbín, y al señor Mauricio Galimberti, editor de lós libros ganadores.
Nómina de textos seleccionados:
O3: La hija desierta, María del Carmen Sánchez, Vicente Lòpez, BA
11: La sal de la locura, Ariel Müller, Fredy Yezzed, Capital, Buenos Aires, Argentina
15: El abandono, Camille Claudel, Paula Inés Aramburu, Rosario, Santa Fe, Argentina
16: No hay zapatos en Babilonia, Nikola Tesla, Fabián Vique, Morón, Buenos Aires, Argentina
19: De dónde traigo tanta sed, Camil, Mariana Riera, Capital, Buenos Aires, Argentina
44: Mapas, mapas, Jan Anain, María de la Paz Garberoglio, CABA, Argentina
52: Revelaciones de otras criaturas, Kalpa Ko, Jorge Daniel Santkovsky, CABA, Argentina
66: Sitiados de ánimo, Heliotropo Sánchez, Alicia Márquez, Vicente López, Buenos Aires, Argentina
71: Epitafios sin garantías, Tucán Gabotero, Gustavo José Rodríguez, Rosario, Santa Fe, Argentina
Libros finalistas:
El abandono, de Paula Inés Aramburu
La sal de la locura, de Fredy Yezzed
Premio Nacional Macedonio Fernández 2010:
mis felicitación a todos!!
Roxana Palacios
Foto: María del Carmen Colombo
copio a continuación la nómina de los nueve textos elegidos por el jurado de Poesía que integraron los poetas María del Carmen Colombo, Jorge Boccanera y Javier Adúriz para el VII Concurso Nacional Macedonio Fernández, cuyo objetivo es colaborar con la difusión de la producción literaria de autores residentes en la República Argentina.
De esta selección entre lo poemarios participantes -a cuyos autores se les entregará un diploma de reconocimiento, en fecha a designar, durante el mes de diciembre- se seleccionaron dos textos finalistas que continuaron participando por el premio único del concurso.
El Premio Macedonio Fernández consiste en la edición de 500 ejemplares del poemario ganador -de los cuales el Taller Macedonio Fernández se reserva cien para distribución gratuita en Bibliotecas, Centros Culturales y Talleres de lectura- y un incentivo en efectivo de tres mil pesos ($ 3.000), que serán entregados al ganador durante el acto de premiación, en el mes de diciembre.
Quiero agradecer especialmente a los médicos integrantes de la CODIC, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura, Comisión directiva y Comisión de Información, Prensa y Relaciones Públicas del Círculo Médico de Lomas de Zamora, que apoyan este proyecto, institucional y económicamente, desde hace siete años, y sin el cual resultaría imposible mi gestión.
Gracias entonces a los Dres. Guillermo Brandt, Fernando Mendyrzycki, Carlos Decuzzi, Gustavo Martínez, Oscar Corrado, José Palombo y Adrián Balbín, y al señor Mauricio Galimberti, editor de lós libros ganadores.
Nómina de textos seleccionados:
O3: La hija desierta, María del Carmen Sánchez, Vicente Lòpez, BA
11: La sal de la locura, Ariel Müller, Fredy Yezzed, Capital, Buenos Aires, Argentina
15: El abandono, Camille Claudel, Paula Inés Aramburu, Rosario, Santa Fe, Argentina
16: No hay zapatos en Babilonia, Nikola Tesla, Fabián Vique, Morón, Buenos Aires, Argentina
19: De dónde traigo tanta sed, Camil, Mariana Riera, Capital, Buenos Aires, Argentina
44: Mapas, mapas, Jan Anain, María de la Paz Garberoglio, CABA, Argentina
52: Revelaciones de otras criaturas, Kalpa Ko, Jorge Daniel Santkovsky, CABA, Argentina
66: Sitiados de ánimo, Heliotropo Sánchez, Alicia Márquez, Vicente López, Buenos Aires, Argentina
71: Epitafios sin garantías, Tucán Gabotero, Gustavo José Rodríguez, Rosario, Santa Fe, Argentina
Libros finalistas:
El abandono, de Paula Inés Aramburu
La sal de la locura, de Fredy Yezzed
Premio Nacional Macedonio Fernández 2010:
La sal de la locura, de Fredy Yezzed
mis felicitación a todos!!
Roxana Palacios
Foto: María del Carmen Colombo
miércoles, 20 de octubre de 2010
voy a darles un resumen publicable, Macedonio Fernández
A poco que se elogie la acción de un hombre le oiremos decir: "Mi descanso es pelear", o "Para dormir y reposar me sobrará tiempo en la muerte" Ya hubo quien lo dijo entre los hombres célebres. Embotamiento de sí mismo y cinismo, de todo hombre es la miseria y la derrota: el hombre que no las ve en sí, en su roto y golpeado curso individual, es un poco más ciego que los ciegos que somos todos, así sea un Julio César o un Newton. Honrado es el hombre del tranvía, el cliente que espera en la antesala de un estudio. Habiendo de esperar, reemplaza la espera por el sueño, que es el artículo de sustitución apropiadísimo y a su alcance: lo tiene y lo usa. Mi prójimo allí enfrente se ha quedado dormido en su silla. Se ha dicho: qué hacer del tiempo: dormirlo.
Cuando la vida sólo es tiempo, lo único absolutamente honesto, lo que haría un niño, debe hacerlo un hombre, un poeta, un genio: dormirlo.
Al azar me he traído dos libros: "Extractos de Schopenahuer"; otro: "Extractos de Goethe" Además de esa semejanza se trata de dos autores alemanes; los dos libros están en inglés; ambos de agradable aspecto, encuadernación inglesa y parecida y de parecido tamaño. Y comienzan con una biografía de Schopenahuer y de Goethe, en cuya última página trátase de los rasgos de sus últimas horas de vida. Aparece el "Mehr licht" de Goethe tan rememorado y tan tontamente fantaseado y que significa meramente que en sus ojos se refugiaba un último apetito fisiológico: el placer de la luz, apetencia universal zoológica, vegetal, quizá mineral.
El pobre hombre en todo hombre, como diría Schopenhauer, el pobre diablo que llora, se acobarda y se atonta en todos nosotros, el pobre diablo improgresable que no será reducido nunca a un cuantum disimulable por los supuestos progresos de la Inteligencia, se moría en el envase glorioso de un Schopenahuer o un Goethe; había durado tanto como ellos, había sido el dueño de casa en ellos y tenía la última palabra: pedía luz, aplausos, cualquier cosa. Pedía para sí, para Schopenhauer, para Goethe: pedía, mendigaba. El que pide para otro no mendiga. Una madre, un padre como hay tantos que no han escrito, que no han inventado nada más que el altruísmo y la modestia, pediría para su hijo, para su esposo, porque hay humanos sin pobre diablo.
En el pedir para sí y en el obrar para sí intelectual o muscularmente, no hay ética ni estética. Sólo el altruísmo es ética y es belleza. Y es felicidad.
Todo Tú, 1929
Imagen: http://www.elortiba.org/macedonio.html
Cuando la vida sólo es tiempo, lo único absolutamente honesto, lo que haría un niño, debe hacerlo un hombre, un poeta, un genio: dormirlo.
Al azar me he traído dos libros: "Extractos de Schopenahuer"; otro: "Extractos de Goethe" Además de esa semejanza se trata de dos autores alemanes; los dos libros están en inglés; ambos de agradable aspecto, encuadernación inglesa y parecida y de parecido tamaño. Y comienzan con una biografía de Schopenahuer y de Goethe, en cuya última página trátase de los rasgos de sus últimas horas de vida. Aparece el "Mehr licht" de Goethe tan rememorado y tan tontamente fantaseado y que significa meramente que en sus ojos se refugiaba un último apetito fisiológico: el placer de la luz, apetencia universal zoológica, vegetal, quizá mineral.
El pobre hombre en todo hombre, como diría Schopenhauer, el pobre diablo que llora, se acobarda y se atonta en todos nosotros, el pobre diablo improgresable que no será reducido nunca a un cuantum disimulable por los supuestos progresos de la Inteligencia, se moría en el envase glorioso de un Schopenahuer o un Goethe; había durado tanto como ellos, había sido el dueño de casa en ellos y tenía la última palabra: pedía luz, aplausos, cualquier cosa. Pedía para sí, para Schopenhauer, para Goethe: pedía, mendigaba. El que pide para otro no mendiga. Una madre, un padre como hay tantos que no han escrito, que no han inventado nada más que el altruísmo y la modestia, pediría para su hijo, para su esposo, porque hay humanos sin pobre diablo.
En el pedir para sí y en el obrar para sí intelectual o muscularmente, no hay ética ni estética. Sólo el altruísmo es ética y es belleza. Y es felicidad.
Todo Tú, 1929
Imagen: http://www.elortiba.org/macedonio.html
domingo, 17 de octubre de 2010
por parecerme a ella, Roxana Palacios
viajo
desde su gesto de hoy la vuelvo a ver
como cuando su sola imagen era
la caricia y la cuchara
la oración de la noche y su mano
al cruzar la calle
la magia de sacarle a escondidas
los zapatos de taco
los lápices de labios
por parecerme a ella
viajo por el tiempo larguísimo de sus edades
incluso aquellas en las que fue una extraña
que se limitaba a escuchar mi omnipotencia
y voy al fondo
de sus aguadas soledades de hace años
una memoria de nombres y costumbres
donde ya no hay rastro sin pisada
ni foto sin historia
hoy hay un llamado telefónico
que funciona como el pan
por parecerme a ella
viaje, en marca sobre marca, 2002
desde su gesto de hoy la vuelvo a ver
como cuando su sola imagen era
la caricia y la cuchara
la oración de la noche y su mano
al cruzar la calle
la magia de sacarle a escondidas
los zapatos de taco
los lápices de labios
por parecerme a ella
viajo por el tiempo larguísimo de sus edades
incluso aquellas en las que fue una extraña
que se limitaba a escuchar mi omnipotencia
y voy al fondo
de sus aguadas soledades de hace años
una memoria de nombres y costumbres
donde ya no hay rastro sin pisada
ni foto sin historia
hoy hay un llamado telefónico
que funciona como el pan
por parecerme a ella
viaje, en marca sobre marca, 2002
martes, 12 de octubre de 2010
alguien llega imaginariamente, Marta Cwielong
estoy aquí
y no separo el arroz bueno
me ocupo de la vida
cruzando el tiempo
así también
me duele
la distancia
estoy en mi tierra
y el mar me queda lejos
cultivo flores, hijos
mi mesa bien provista
pero hay una cocina
con pollos recién muertos
de una deuda
un café
una rama de hierbabuena
(a raquel era)
"las lineas secretas", en de nadie, 1997
y no separo el arroz bueno
me ocupo de la vida
cruzando el tiempo
así también
me duele
la distancia
estoy en mi tierra
y el mar me queda lejos
cultivo flores, hijos
mi mesa bien provista
pero hay una cocina
con pollos recién muertos
de una deuda
un café
una rama de hierbabuena
(a raquel era)
"las lineas secretas", en de nadie, 1997
domingo, 3 de octubre de 2010
dulce es el que maneja el viento, Delfina Goldaracena
2002
Se descorre el telón
El público aplaude
Ignora el silencio
del roble sedoso
Saco la espada
y empiezo la batalla
Mi boca intenta resguardarse
y acomoda un pétalo en su lengua
El público aplaude
Recito los versos ocultos
en la niebla
Debo plegar las palabras
pero desnudo la incertidumbre
El público aplaude
2002/2004
Ella una vez me dijo
que el cáliz se desvanece
cuando el horror se confunde
con una mirada perversa
............................
Cuando quise
prender mi
luz negra
ya no existía
ya no era la
de antes y
ahora soy el árbol
Tiempo efímero, 2008
más poemas de Delfina Goldaracena en http://eldesvanderitakratsman.blogspot.com/2008/02/delfina-goldaracena-tiempo-efmero_09.html
Se descorre el telón
El público aplaude
Ignora el silencio
del roble sedoso
Saco la espada
y empiezo la batalla
Mi boca intenta resguardarse
y acomoda un pétalo en su lengua
El público aplaude
Recito los versos ocultos
en la niebla
Debo plegar las palabras
pero desnudo la incertidumbre
El público aplaude
2002/2004
Ella una vez me dijo
que el cáliz se desvanece
cuando el horror se confunde
con una mirada perversa
............................
Cuando quise
prender mi
luz negra
ya no existía
ya no era la
de antes y
ahora soy el árbol
Tiempo efímero, 2008
más poemas de Delfina Goldaracena en http://eldesvanderitakratsman.blogspot.com/2008/02/delfina-goldaracena-tiempo-efmero_09.html
jueves, 30 de septiembre de 2010
con sus voces altas, Alicia Márquez
El hombre es palabra que camina.
Mbya guaraní
Y la mujer, camino de palabras.
Un camino difícil, pedregoso,
un camino silenciado.
Por mucho tiempo silenciado.
Callado. Mudo. Solo.
Ellas miraban detrás de eternas ventanas
el mundo de los hombres
con sus voces altas
y sus brazos anchos.
Y murmuraban entre sí,
en las cocinas de todo el mundo
palabras sabias y espesas como la sangre.
Palabras milagrosas, que recibían
a los que nacían
entre sábanas de dolor y carcajadas.
Palabras que pregonaban en el desierto de los sordos.
Palabras que se abrieron paso
como mariposas, con su aleteo de labios.
Palabras que aprendieron a gritar,
con el tiempo.
Palabras que curaron, consolaron
y se opusieron a todas las guerras
creadas por las orgullosas palabras de los hombres.
Palabras que aprendieron a escribirse.
A crear caminos nuevos.
Diferentes miradas.
Pero que, pese a todo,
jamás pudieron con la palabra amor.
Esa palabra
las transforma en locas, desquiciadas.
Las desarraiga.
Las hace enormes,
las vuelve pálidas,
las convierte en mendigas,
en luciérnagas, en putas,
en reinas solitarias.
Nunca pudieron con esa palabra.
Nunca.
Nunca pudieron con esa palabra
que ellas inventaron.
Mbya guaraní
Y la mujer, camino de palabras.
Un camino difícil, pedregoso,
un camino silenciado.
Por mucho tiempo silenciado.
Callado. Mudo. Solo.
Ellas miraban detrás de eternas ventanas
el mundo de los hombres
con sus voces altas
y sus brazos anchos.
Y murmuraban entre sí,
en las cocinas de todo el mundo
palabras sabias y espesas como la sangre.
Palabras milagrosas, que recibían
a los que nacían
entre sábanas de dolor y carcajadas.
Palabras que pregonaban en el desierto de los sordos.
Palabras que se abrieron paso
como mariposas, con su aleteo de labios.
Palabras que aprendieron a gritar,
con el tiempo.
Palabras que curaron, consolaron
y se opusieron a todas las guerras
creadas por las orgullosas palabras de los hombres.
Palabras que aprendieron a escribirse.
A crear caminos nuevos.
Diferentes miradas.
Pero que, pese a todo,
jamás pudieron con la palabra amor.
Esa palabra
las transforma en locas, desquiciadas.
Las desarraiga.
Las hace enormes,
las vuelve pálidas,
las convierte en mendigas,
en luciérnagas, en putas,
en reinas solitarias.
Nunca pudieron con esa palabra.
Nunca.
Nunca pudieron con esa palabra
que ellas inventaron.
sábado, 25 de septiembre de 2010
y la nada y el nadie, Héctor Viel Temperley
Verde
como las dos orillas,
la delicada hierba cubre el muelle
sin trabajo,
un buen lugar para tomar sol.
Primero, sobre todo, no mover la cabeza,
ni la nada ni el nadie,
porque si no me duelen sus heridas,
su delicada araña como un casco.
(Los ojos abiertos, el cielo azul,
la camisa en la nuca como una almohada callejera
que aprieta las dos flores en mi sudor)
Castigados de adolescencia
los soldaditos paraguayos
lavan su ropa en el río y gritan,
de vez en cuando gritan
como pájaros que no vuelan.
A las galerías del cuartel, descalzos,
junto a los altos fusiles,
sentados, posados, regresan
de su recreo a clase
de bandera y botánica.
El caballo de un coche
pintado de amarillo y colorado
se bebe toda el agua de Encarnación,
la hostia que comulgué, el latín del cura,
el cielo azul, el coche
y mis ojos abiertos.
Y la nada y el nadie,
y la nada y el nadie.
Yo también me he quedado dormido,
Sudamérica.
Encarnación, en Obra Completa, 2003
como las dos orillas,
la delicada hierba cubre el muelle
sin trabajo,
un buen lugar para tomar sol.
Primero, sobre todo, no mover la cabeza,
ni la nada ni el nadie,
porque si no me duelen sus heridas,
su delicada araña como un casco.
(Los ojos abiertos, el cielo azul,
la camisa en la nuca como una almohada callejera
que aprieta las dos flores en mi sudor)
Castigados de adolescencia
los soldaditos paraguayos
lavan su ropa en el río y gritan,
de vez en cuando gritan
como pájaros que no vuelan.
A las galerías del cuartel, descalzos,
junto a los altos fusiles,
sentados, posados, regresan
de su recreo a clase
de bandera y botánica.
El caballo de un coche
pintado de amarillo y colorado
se bebe toda el agua de Encarnación,
la hostia que comulgué, el latín del cura,
el cielo azul, el coche
y mis ojos abiertos.
Y la nada y el nadie,
y la nada y el nadie.
Yo también me he quedado dormido,
Sudamérica.
Encarnación, en Obra Completa, 2003
lunes, 20 de septiembre de 2010
también han sucedido maravillas, Laura Massolo
Han pasado cosas
graves
inaceptables
Y también han sucedido maravillas que nadie quiso comprobar del mismo modo en que caminamos bajo el cielo convencidos de que la luna no es otra cosa que un satélite (Y digo que Federico y Rulfo la gastaron para disculpar la indiferencia)
Aquí hubo muertos
y ladrones
y un cambalache singular que desplegó nuestra vergüenza en todo el mundo
Pero también habrá resurrecciones y una historia nueva
o alguien que se proponga dulcemente devolver el pan
o un pensamiento que nos vaya rescatando paso a paso y un campo listo para todos los sembrados y la ilusión del fruto
(Digo que Discépolo fue un genio
un visionario
que nuestros hijos tienen ganas de volver o de quedarse)
Aquí está mi mano
la que escribe
la que intenta distraer y distraerme mientras me ponen la espalda en las retinas.
Hay otros como yo, con esta obstinación por la palabra o por el cuento
Y está la fuerza subterránea de una hormiga que multiplica fuerzas y construye aunque vuelquen veneno en el refugio.
No digo que ayer vi un hombre que lloraba ni la tristeza de mis viejos cuando no pueden pagarse los remedios.
No digo Escribo
Tampoco pretendo hacer poesía.
Ensayo en Argentina
graves
inaceptables
Y también han sucedido maravillas que nadie quiso comprobar del mismo modo en que caminamos bajo el cielo convencidos de que la luna no es otra cosa que un satélite (Y digo que Federico y Rulfo la gastaron para disculpar la indiferencia)
Aquí hubo muertos
y ladrones
y un cambalache singular que desplegó nuestra vergüenza en todo el mundo
Pero también habrá resurrecciones y una historia nueva
o alguien que se proponga dulcemente devolver el pan
o un pensamiento que nos vaya rescatando paso a paso y un campo listo para todos los sembrados y la ilusión del fruto
(Digo que Discépolo fue un genio
un visionario
que nuestros hijos tienen ganas de volver o de quedarse)
Aquí está mi mano
la que escribe
la que intenta distraer y distraerme mientras me ponen la espalda en las retinas.
Hay otros como yo, con esta obstinación por la palabra o por el cuento
Y está la fuerza subterránea de una hormiga que multiplica fuerzas y construye aunque vuelquen veneno en el refugio.
No digo que ayer vi un hombre que lloraba ni la tristeza de mis viejos cuando no pueden pagarse los remedios.
No digo Escribo
Tampoco pretendo hacer poesía.
Ensayo en Argentina
viernes, 10 de septiembre de 2010
VII Concurso Nacional Macedonio Fernández : participantes de Narrativa
1 NUNCA SERÁS INMORTAL, GILGAMESH
2 EL PLACER DE NÉMESIS, JADE BLANCO
3 LA JAURÍA Y OTROS CUENTOS, HERMES
4 EL PARQUE Y OTROS CUENTOS, PLEUROTHALIS
5 RELATOS DEL DR. WASTERCOF Y OTROS CUENTOS, JIMMY JONES
6 EL PROBLEMA DE LA NARRACIÓN Y OTROS PROBLEMAS, BUSTOS DOMEC
7 VOY A BUSCAR UNA SEÑAL, DON ROQUE
8 INVIERNO, EUSKADI
9 ENTRE LA LOCURA Y LA ANGUSTIA, ELIO FORTE
10 ESCRITORES Y ARTISTAS EN TUBOS DE VIDRIO, ROMA
11 LOS CUENTOS DE JUANCHO Y PANCHO, ALAMA GUS
12 DE VACÍOS E INCONCIENTES, OMBLIGO EN FLOR
13 LA VIDA ETERNA Y OTROS CUENTOS, AMÍLCAR BRUSA
14 OBSESIONES, DIEGUILLO
15 CUENTOS DE DOS CHICOS Y UN FANTASMA, TAYTANTOS
16 LOS CUENTOS DE GERMÁN, JORGE MARÍN
17 EL CLUB DE LOS SUICIDAS, ARTURO BELANO
18 ANAMORFÍA DANIELA, R. ARAUJO
19 UMBRALES ANA, ELENA GÁLVEZ
20 UN FINAL POSIBLE, EL PERRO BRUNO
21 PERDIDOS, J.D. SALERNO
22 CASA DE ENSUEÑO, GODOFREDO
23 DE LO COTIDIANO, R. O. BRETON
24 CUENTOS DE SHEREZADE, PENÉLOPE
25 LA CASA Y OTRAS OBSESIONES, OBRERA ZUNS
26 RECORTADO, PAPONIUS
27 QUERIENDO SER, GLORIA FUENTES
28 UN POCO MÁS LEJOS, EMIR
29 UÑITAS PINTADAS, REMO ERDOSAÍN
30 COEXISTENCIA, LORENZO TORO
31 MIGAS EN EL JARDÍN, DIONAE MUSCIPOLA
32 JUGUETES DE CARNE Y HUESO, HAFFNER
33 LA MUERTE TIENE FRÍO, EL ROSALEÑO
34 PIERDE UN TURNO Y ESPERA, UNCO CLARABOYA
35 CUENTOS ENFERMOS, CUENTO CHINO
36 OFICIOS, FULANO-ZUTANO
37 POR GUSTO Y CULPA DE EROS, GEORGIE COMOMUSA
38 EL TANQUE Y OTROS RELATOS, RODOLFO BROWN
39 SOMBRAS DE LO INVISIBLE, IPECACUANHA
40 MITOS Y LEYENDAS DEL ANTIGUO BARRIO DE FLORESTA, EL BUHOVERDE
41 EL GATO Y EL PERRO PEGADOS Y OTROS CUENTOS, VIENTO DE LA NOCHE
42 INOCENTES Y PERVERSOS, ALDY
43 HISTORIAS ANÓNIMAS, TRES
44 SOBRE EL ARCO DEL TIEMPO, AURORA CELESTE
45 DE BICHOS Y PROTOCOLOS RABEL, GRIS VEGA
46 ANGELITO, FELIZARDO PULI
47 NI-HUÁ O EL HOMBRE QUE AMABA LOS PÁJAROS, PRETÉRITO VARICELA
48 GALLETITAS IMPORTADAS, JORGE GÁRRIZ
49 EL QUE HABLA PIERDE, PLACK
50 CUENTOS UTERALES, EVA DECOSTILLAR
51 EL CAMAFEO DEL OVIRRAPTOR, MOMUS
52 LA INTEMPERIE (EL FRÍO DE LA ESPECIE), PEDRO LUNA
53 EL HIJO MAYOR, THEO ANSELMO
54 EL SUSUELO Y OTROS CUENTOS, IRIBARREN
55 SÁBANAS DE ALCOHOL, MACEDONIA
56 DOSCIENTOS ABDOMINALES, SHAKYAMUNI
57 CINCUENTA PASOS, CATALINA CRACOVIA
58 LA MEMORIA APLAZADA, JUAN RAPAL
59 LA FOTO EN LA TERCERA PÁGINA, EL ZEVIR
60 HISTORIAS DE AMOR DEMENCIA …, DEMETRIA SILVER
61 TODAS LAS PARTES DE UNO, EL TIGRE
62 CONTRACUENTO, ANTARES
63 PRIVADO, EMA PLANTADE
64 TRÍPTICO, JIM GORDON
65 RECETA SECRETA, FIRPO CHICO
66 NO MÁS QUE SOMBRAS, JIM HERNÁNDEZ
67 PERMÍTAME UNA PALABRA, BABILONIO
68 AUTOPSIA EN LA MADRUGADA, APICAL BOOB
69 CONTRAMEMORIA Y OTROS CUENTOS, NOCHE SOLAR
70 SOLILOQUIO, MARTÍN YEDRÉS
Jurado de narrativa: Silvia Camerotto, Roberto Ferro, Carlos Pereiro
coordinación general: Roxana Palacios
2 EL PLACER DE NÉMESIS, JADE BLANCO
3 LA JAURÍA Y OTROS CUENTOS, HERMES
4 EL PARQUE Y OTROS CUENTOS, PLEUROTHALIS
5 RELATOS DEL DR. WASTERCOF Y OTROS CUENTOS, JIMMY JONES
6 EL PROBLEMA DE LA NARRACIÓN Y OTROS PROBLEMAS, BUSTOS DOMEC
7 VOY A BUSCAR UNA SEÑAL, DON ROQUE
8 INVIERNO, EUSKADI
9 ENTRE LA LOCURA Y LA ANGUSTIA, ELIO FORTE
10 ESCRITORES Y ARTISTAS EN TUBOS DE VIDRIO, ROMA
11 LOS CUENTOS DE JUANCHO Y PANCHO, ALAMA GUS
12 DE VACÍOS E INCONCIENTES, OMBLIGO EN FLOR
13 LA VIDA ETERNA Y OTROS CUENTOS, AMÍLCAR BRUSA
14 OBSESIONES, DIEGUILLO
15 CUENTOS DE DOS CHICOS Y UN FANTASMA, TAYTANTOS
16 LOS CUENTOS DE GERMÁN, JORGE MARÍN
17 EL CLUB DE LOS SUICIDAS, ARTURO BELANO
18 ANAMORFÍA DANIELA, R. ARAUJO
19 UMBRALES ANA, ELENA GÁLVEZ
20 UN FINAL POSIBLE, EL PERRO BRUNO
21 PERDIDOS, J.D. SALERNO
22 CASA DE ENSUEÑO, GODOFREDO
23 DE LO COTIDIANO, R. O. BRETON
24 CUENTOS DE SHEREZADE, PENÉLOPE
25 LA CASA Y OTRAS OBSESIONES, OBRERA ZUNS
26 RECORTADO, PAPONIUS
27 QUERIENDO SER, GLORIA FUENTES
28 UN POCO MÁS LEJOS, EMIR
29 UÑITAS PINTADAS, REMO ERDOSAÍN
30 COEXISTENCIA, LORENZO TORO
31 MIGAS EN EL JARDÍN, DIONAE MUSCIPOLA
32 JUGUETES DE CARNE Y HUESO, HAFFNER
33 LA MUERTE TIENE FRÍO, EL ROSALEÑO
34 PIERDE UN TURNO Y ESPERA, UNCO CLARABOYA
35 CUENTOS ENFERMOS, CUENTO CHINO
36 OFICIOS, FULANO-ZUTANO
37 POR GUSTO Y CULPA DE EROS, GEORGIE COMOMUSA
38 EL TANQUE Y OTROS RELATOS, RODOLFO BROWN
39 SOMBRAS DE LO INVISIBLE, IPECACUANHA
40 MITOS Y LEYENDAS DEL ANTIGUO BARRIO DE FLORESTA, EL BUHOVERDE
41 EL GATO Y EL PERRO PEGADOS Y OTROS CUENTOS, VIENTO DE LA NOCHE
42 INOCENTES Y PERVERSOS, ALDY
43 HISTORIAS ANÓNIMAS, TRES
44 SOBRE EL ARCO DEL TIEMPO, AURORA CELESTE
45 DE BICHOS Y PROTOCOLOS RABEL, GRIS VEGA
46 ANGELITO, FELIZARDO PULI
47 NI-HUÁ O EL HOMBRE QUE AMABA LOS PÁJAROS, PRETÉRITO VARICELA
48 GALLETITAS IMPORTADAS, JORGE GÁRRIZ
49 EL QUE HABLA PIERDE, PLACK
50 CUENTOS UTERALES, EVA DECOSTILLAR
51 EL CAMAFEO DEL OVIRRAPTOR, MOMUS
52 LA INTEMPERIE (EL FRÍO DE LA ESPECIE), PEDRO LUNA
53 EL HIJO MAYOR, THEO ANSELMO
54 EL SUSUELO Y OTROS CUENTOS, IRIBARREN
55 SÁBANAS DE ALCOHOL, MACEDONIA
56 DOSCIENTOS ABDOMINALES, SHAKYAMUNI
57 CINCUENTA PASOS, CATALINA CRACOVIA
58 LA MEMORIA APLAZADA, JUAN RAPAL
59 LA FOTO EN LA TERCERA PÁGINA, EL ZEVIR
60 HISTORIAS DE AMOR DEMENCIA …, DEMETRIA SILVER
61 TODAS LAS PARTES DE UNO, EL TIGRE
62 CONTRACUENTO, ANTARES
63 PRIVADO, EMA PLANTADE
64 TRÍPTICO, JIM GORDON
65 RECETA SECRETA, FIRPO CHICO
66 NO MÁS QUE SOMBRAS, JIM HERNÁNDEZ
67 PERMÍTAME UNA PALABRA, BABILONIO
68 AUTOPSIA EN LA MADRUGADA, APICAL BOOB
69 CONTRAMEMORIA Y OTROS CUENTOS, NOCHE SOLAR
70 SOLILOQUIO, MARTÍN YEDRÉS
Jurado de narrativa: Silvia Camerotto, Roberto Ferro, Carlos Pereiro
coordinación general: Roxana Palacios
jueves, 9 de septiembre de 2010
VII Concurso Nacional Macedonio Fernández: participantes en Poesía
1 ATZAVARA, JUANA
2 GENERACIÓN DE NOSTALGIA, EL HIPOCAMPO CANSADO
3 LA HIJA DESIERTA, MANNELLA
4 INRI,LANZAROTE
5 MÁS ALLÁ DEL MUNDO HAY DRAGONES,ESLOVENO
6 EN MIS POEMAS LA VÍCTIMA SOY YO, EZEQUIEL CULPA
7 POEMACINTA, IRULÁN
8 LÁMPARAS MAR ADENTRO, JUAN LENCINA
9 OJOS COMO POZOS, ESPANTAPÁJAROS
10 ISABEL, FERRRARIFERRARIFERRARI
11 LA SAL DE LA LOCURA, ARIEL MüLLER
12 NO SÉ EL NOMBRE NI CÓMO NI HASTA CUANDO, RANIHUEL
13 CIRCUNSTANCIAS, CORDELERO
14 LA ESTACIÓN, LUCIANI
15 EL ABANDONO, CAMILLE CLAUDEL
16 NO HAY ZAPATOS EN BABILONIA, NICOLA TESLA
17 SEGUNDOS AFUERA, OMEGA
18 ESTA FRAGILIDAD, ROCAMADUR 1968
19 DE DÓNDE TRAIGO TANTA SED,CAMIL
20 LA MEMORIA NO ES COSA DE CADA UNO, BACCARÁ
21 ACASO EL TEMBLOR, ANA CHOR
22 LA ROSA LÍQUIDA, MICHAEL ARENAS
23 DIARIOS DE UN ESCRITOR AFICIONADO, JOSEPH JOE
24 TRECE POSTALES TRISTES Y UN PAR DE ELEGÍAS, EMILLE NARBÓ
25 REVELAMIENTO DE DOS CIUDADES, CONSTANTINO
26 CENIZA SOLITARIA Y FINAL,ROCAMADUR
27 DESDE MI RINCÓN,DARS
28 DEVENIR, PAILLÁN
29 PORNOGRAFÍA ZEN,MONCHO
30 PALABRAS QUE SON POESÍA,JOANIC
31 SEÑALES DE HUMO,J.J. LÓPEZ
32 POEMARIO DE EMOCIONES, ALMA
33 JUEGOS DE AZAR (POESÍAS INCRUSTADAS),PANZA VERDE
34 AÚN AMOR, sin nombre
35 MADERAS ROTAS,PEDRO ELTAU REPLETO
36 EVA, BONAPARTE
37 VERANO DE LA EMINENCIA,FÁTIMO NOYET
38 AQUÍ YACE UNA MALA MUJER,EMA MORE
39 PAN NUESTRO,CIRILO BARRAGÁN
40 LIBRO DE ELENA,EMILIA FERRER
41 MAGA DE LA AURORA,LUCY DRACUL
42 SETENTA Y 4, ROP
43 EL INVENTADO,NIN
44 MAPAS, MAPAS, JAN ANAÍN
45 ESTACIÓN DESASOSIEGO, UNIVERSAL
46 AQUELLOS DÍAS, VISTORIA
47 ARAÑAS SANGRE, FERNANDO NIB
48 GRAFÍA FURTIVA,JYOSTI
49 SPIRITUALS, MURCIÉLAGA
50 LA HORCA DANZANTE, PIEL DE BURRO
51 POEMAS SIMPLES PARA UN SIMPLE AMOR,CHIMANGO
52 REVELACIONES DE OTRAS CRIATURAS,KALPA KO
53 CIENCIA FICCIÓN,MOSCA
54 RETRATO DE UNA DAMA,RODRIGO DE CID Y SANZ
55 UN JULIO POR SEGUNDO,ENHEBRO
56 IRREALIDADES,AMALIA REVOL
57 REGUERA DE PALABRAS,JAEL
58 EL CANTO DE LOS SIN HÉROES,JUAN DE LAPALA
59 UNIVERSO BREVE, CHIMOL
60 ECOS DE UNA MENTE,CORVUSS
61 ¡QUÉ SUERTE LA TUYA, DULCINEA!,AMABLE MABEL
62 SAGA, GABRIEL MONDRAGÓN
63 EN LA CASA, LA CASERA
64 HALO, OLIRANDO GIVERIO
65 ETERNA SED, JUAN SALVO
66 SITIADOS DE ÁNIMO, HELIOTROPO SÁNCHEZ
67 TERRAZAS, PO-LI
68 EL OJO DE LA CUERDA, SRA. ROBINSON
69 PANORAMA CIEGO, MARA ESTRADA 2010
70 INVIERNO, MAN REZA
71 EPITAFIOS SIN GARANTÍAS, TUCÁN GABOTERO
72 AÑOS SOMBRA 35, ABEDIZUL
73 EL LAZO DE LAS ROSAS, DIANA ALBAR NORIEGA
74 LA CASCADA, FRANCO ABEL
Jurado: María del Carmen Colombo, Javier Adúriz, Jorge Boccanera
2 GENERACIÓN DE NOSTALGIA, EL HIPOCAMPO CANSADO
3 LA HIJA DESIERTA, MANNELLA
4 INRI,LANZAROTE
5 MÁS ALLÁ DEL MUNDO HAY DRAGONES,ESLOVENO
6 EN MIS POEMAS LA VÍCTIMA SOY YO, EZEQUIEL CULPA
7 POEMACINTA, IRULÁN
8 LÁMPARAS MAR ADENTRO, JUAN LENCINA
9 OJOS COMO POZOS, ESPANTAPÁJAROS
10 ISABEL, FERRRARIFERRARIFERRARI
11 LA SAL DE LA LOCURA, ARIEL MüLLER
12 NO SÉ EL NOMBRE NI CÓMO NI HASTA CUANDO, RANIHUEL
13 CIRCUNSTANCIAS, CORDELERO
14 LA ESTACIÓN, LUCIANI
15 EL ABANDONO, CAMILLE CLAUDEL
16 NO HAY ZAPATOS EN BABILONIA, NICOLA TESLA
17 SEGUNDOS AFUERA, OMEGA
18 ESTA FRAGILIDAD, ROCAMADUR 1968
19 DE DÓNDE TRAIGO TANTA SED,CAMIL
20 LA MEMORIA NO ES COSA DE CADA UNO, BACCARÁ
21 ACASO EL TEMBLOR, ANA CHOR
22 LA ROSA LÍQUIDA, MICHAEL ARENAS
23 DIARIOS DE UN ESCRITOR AFICIONADO, JOSEPH JOE
24 TRECE POSTALES TRISTES Y UN PAR DE ELEGÍAS, EMILLE NARBÓ
25 REVELAMIENTO DE DOS CIUDADES, CONSTANTINO
26 CENIZA SOLITARIA Y FINAL,ROCAMADUR
27 DESDE MI RINCÓN,DARS
28 DEVENIR, PAILLÁN
29 PORNOGRAFÍA ZEN,MONCHO
30 PALABRAS QUE SON POESÍA,JOANIC
31 SEÑALES DE HUMO,J.J. LÓPEZ
32 POEMARIO DE EMOCIONES, ALMA
33 JUEGOS DE AZAR (POESÍAS INCRUSTADAS),PANZA VERDE
34 AÚN AMOR, sin nombre
35 MADERAS ROTAS,PEDRO ELTAU REPLETO
36 EVA, BONAPARTE
37 VERANO DE LA EMINENCIA,FÁTIMO NOYET
38 AQUÍ YACE UNA MALA MUJER,EMA MORE
39 PAN NUESTRO,CIRILO BARRAGÁN
40 LIBRO DE ELENA,EMILIA FERRER
41 MAGA DE LA AURORA,LUCY DRACUL
42 SETENTA Y 4, ROP
43 EL INVENTADO,NIN
44 MAPAS, MAPAS, JAN ANAÍN
45 ESTACIÓN DESASOSIEGO, UNIVERSAL
46 AQUELLOS DÍAS, VISTORIA
47 ARAÑAS SANGRE, FERNANDO NIB
48 GRAFÍA FURTIVA,JYOSTI
49 SPIRITUALS, MURCIÉLAGA
50 LA HORCA DANZANTE, PIEL DE BURRO
51 POEMAS SIMPLES PARA UN SIMPLE AMOR,CHIMANGO
52 REVELACIONES DE OTRAS CRIATURAS,KALPA KO
53 CIENCIA FICCIÓN,MOSCA
54 RETRATO DE UNA DAMA,RODRIGO DE CID Y SANZ
55 UN JULIO POR SEGUNDO,ENHEBRO
56 IRREALIDADES,AMALIA REVOL
57 REGUERA DE PALABRAS,JAEL
58 EL CANTO DE LOS SIN HÉROES,JUAN DE LAPALA
59 UNIVERSO BREVE, CHIMOL
60 ECOS DE UNA MENTE,CORVUSS
61 ¡QUÉ SUERTE LA TUYA, DULCINEA!,AMABLE MABEL
62 SAGA, GABRIEL MONDRAGÓN
63 EN LA CASA, LA CASERA
64 HALO, OLIRANDO GIVERIO
65 ETERNA SED, JUAN SALVO
66 SITIADOS DE ÁNIMO, HELIOTROPO SÁNCHEZ
67 TERRAZAS, PO-LI
68 EL OJO DE LA CUERDA, SRA. ROBINSON
69 PANORAMA CIEGO, MARA ESTRADA 2010
70 INVIERNO, MAN REZA
71 EPITAFIOS SIN GARANTÍAS, TUCÁN GABOTERO
72 AÑOS SOMBRA 35, ABEDIZUL
73 EL LAZO DE LAS ROSAS, DIANA ALBAR NORIEGA
74 LA CASCADA, FRANCO ABEL
Jurado: María del Carmen Colombo, Javier Adúriz, Jorge Boccanera
martes, 7 de septiembre de 2010
¿cómo no ibas a amar a Narciso?, era hermoso; Osacr Wilde
Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
-¿Era hermoso? -preguntó el río.
-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza...
-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
-¡Oh! -les respondió el río- aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
-¡Oh! -prosiguieron las flores de los campos- ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
-¿Era hermoso? -preguntó el río.
-¿Y quién mejor que tú para saberlo? -dijeron las flores-. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza...
-Si yo lo amaba -respondió el río- es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
domingo, 5 de septiembre de 2010
yo quería hablar de la lluvia, Raúl Gonzalez Tuñon
a Amparo Mom
Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.
"Lluvia", Raúl Gonzalez Tuñón, en 200 años de poesía argentina, 2010
Foto: gato-lluvia en la web
Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.
"Lluvia", Raúl Gonzalez Tuñón, en 200 años de poesía argentina, 2010
Foto: gato-lluvia en la web
miércoles, 1 de septiembre de 2010
y al mismo tiempo me tendió su pentagrama -tangotangotango-, Bibi Albert
a Carlitos Rossi
Me preguntan por qué
cuando canto
parezco un bailarín más que un cantor:
mis pies dejan el suelo y soy más alto,
y agita los manteles una brisa
que atraviesa curiosa el bodegón.
Les asombra también
mi traje blanco
en vez del lustre negro de rigor,
que la voz me debute en cada tango,
y asome a mi mirada la sonrisa
en vez de la nostalgia o el dolor.
Es que al cantar
el alma se me infla y se me empluma,
me agarra del amor y emprende el vuelo,
desmiente toda ley de gravedad.
Es que al trinar
me baño en el espejo de la luna,
clareo el escenario que es mi cielo
¡y salgo a gaviotar con el Zorzal!
La vida me arrolló como a cualquiera,
destruyó mi nido, me dejó sin norte.
Y al mismo tiempo me tendió su pentagrama
de beso en beso, de poste a poste.
Por eso es que renazco a primaveras,
ésas que florecen, como yo, de noche.
Me llamo Carlos como el pájaro fantasma,
y voy honrando llevar su nombre.
Me preguntan por qué
me entrego tanto,
de vuelta del aplauso y del telón.
Cómo es que me sigo emocionando:
los pájaros sabemos de cornisas
pero no de acostumbrar al corazón.
Cuando canto, Tango. Música y letra de Bibi Albert
Foto: facebook
Me preguntan por qué
cuando canto
parezco un bailarín más que un cantor:
mis pies dejan el suelo y soy más alto,
y agita los manteles una brisa
que atraviesa curiosa el bodegón.
Les asombra también
mi traje blanco
en vez del lustre negro de rigor,
que la voz me debute en cada tango,
y asome a mi mirada la sonrisa
en vez de la nostalgia o el dolor.
Es que al cantar
el alma se me infla y se me empluma,
me agarra del amor y emprende el vuelo,
desmiente toda ley de gravedad.
Es que al trinar
me baño en el espejo de la luna,
clareo el escenario que es mi cielo
¡y salgo a gaviotar con el Zorzal!
La vida me arrolló como a cualquiera,
destruyó mi nido, me dejó sin norte.
Y al mismo tiempo me tendió su pentagrama
de beso en beso, de poste a poste.
Por eso es que renazco a primaveras,
ésas que florecen, como yo, de noche.
Me llamo Carlos como el pájaro fantasma,
y voy honrando llevar su nombre.
Me preguntan por qué
me entrego tanto,
de vuelta del aplauso y del telón.
Cómo es que me sigo emocionando:
los pájaros sabemos de cornisas
pero no de acostumbrar al corazón.
Cuando canto, Tango. Música y letra de Bibi Albert
Foto: facebook
martes, 31 de agosto de 2010
vanguardia de los años 20, por Jorge Boccanera
De 1920 a 1930 se corporiza en América latina una tradición de ruptura que ha sido denominada: vanguardia poética. Del hambre de renovación –una producción experimental, un clima de debates y exploraciones más allá de lo convencional- surgirán los grupos y las personalidades que los críticos llamarán “poetas fundadores” o “núcleos radiantes”. Con independencia de los “ismos” importados de Europa, la vanguardia local tomará un rumbo propio y definitivo, que irradia su capacidad innovadora hasta el presente. Este curso trata de mostrar protagonistas, características y momentos claves de esa tradición de ruptura.
1-Características de la vanguardia: grupos, proclamas, publicaciones, contexto social. La urbe moderna. Los “ismos” de Europa y la impronta vernácula en América Latina. Poesía y agitación social. .
2-Influencias: Modernismo, posmodernismo: Darío, Martí, Walt Whitman, Apollinaire, otros.
3-La textura surrealista: adhesiones, manifiestos, cruces y debates acerca del Surrealismo francés y el impacto de ese movimiento en América Latina. Luis Cardoza y Aragón, César Moro.
4-El maquinismo futurista: Modernolatría y culto a la velocidad. Futuristas latinoamericanos: Alfredo Mario Ferreiro, Bernardo Canal Feijóo, Regino Pedroso, Juan Parra del Riego, grupo “Estridentistas” (México).
5 y 6-Lenguaje, imagen trastocada e innovación: Vicente Huidobro, Oliverio Girondo, César Vallejo, González Tuñón, Pablo Neruda.
7-Mujer y vanguardia: Norah Lange, Blanca Luz Brum, Nahui Olin, Winett de Rokha, Antonieta Rivas Mercado, Magda Portal, Teresa Wils Montt, Nora Borges, Delia del Carril.
8-Oralidad extendida: coloquio, gestualidad conversarional y confesional: Salomón de la Selva, grupo Vanguardia (Nicaragua)
Seminario de ocho clases a cargo de Jorge Boccanera
Días y horario de encuentro: jueves de 18,30 a 20
Lugar: Círculo Médico de Lomas de Zamora, Colombres 420, L. de Zamora
Consultas e inscripciones: macedonianos@gmail.com / 156-782-4551
Inicia: jueves 9 de septiembre
Finaliza: jueves 28 de octubre
Coordinación general: Roxana Palacios
Área de capacitación literaria, Casa de la Cultura del CMLZ
Codic, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura
1-Características de la vanguardia: grupos, proclamas, publicaciones, contexto social. La urbe moderna. Los “ismos” de Europa y la impronta vernácula en América Latina. Poesía y agitación social. .
2-Influencias: Modernismo, posmodernismo: Darío, Martí, Walt Whitman, Apollinaire, otros.
3-La textura surrealista: adhesiones, manifiestos, cruces y debates acerca del Surrealismo francés y el impacto de ese movimiento en América Latina. Luis Cardoza y Aragón, César Moro.
4-El maquinismo futurista: Modernolatría y culto a la velocidad. Futuristas latinoamericanos: Alfredo Mario Ferreiro, Bernardo Canal Feijóo, Regino Pedroso, Juan Parra del Riego, grupo “Estridentistas” (México).
5 y 6-Lenguaje, imagen trastocada e innovación: Vicente Huidobro, Oliverio Girondo, César Vallejo, González Tuñón, Pablo Neruda.
7-Mujer y vanguardia: Norah Lange, Blanca Luz Brum, Nahui Olin, Winett de Rokha, Antonieta Rivas Mercado, Magda Portal, Teresa Wils Montt, Nora Borges, Delia del Carril.
8-Oralidad extendida: coloquio, gestualidad conversarional y confesional: Salomón de la Selva, grupo Vanguardia (Nicaragua)
Seminario de ocho clases a cargo de Jorge Boccanera
Días y horario de encuentro: jueves de 18,30 a 20
Lugar: Círculo Médico de Lomas de Zamora, Colombres 420, L. de Zamora
Consultas e inscripciones: macedonianos@gmail.com / 156-782-4551
Inicia: jueves 9 de septiembre
Finaliza: jueves 28 de octubre
Coordinación general: Roxana Palacios
Área de capacitación literaria, Casa de la Cultura del CMLZ
Codic, Comisión de Docencia, Investigación y Cultura
sábado, 28 de agosto de 2010
pródiga para hablar, tácita para enmudecer, Liliana Piñeiro
miércoles, 18 de agosto de 2010
en mesa de familia, María Isabel Pazos
I
huele a sudor equino
a espigas a maíz a cielo
acierto pecho abierto
cae sombra de trinos y mugidos
cierran fila los cuervos
bajo el día
la pradera silencia en su bandeja
secretos
cocinados en mesa de familia:
como entrada repetido timbal
un plato de no dichos y pan duro
otro desgarro
agria copa de vino
carozos como postre y a tragar
a tragar hasta quedar vacío
de padre
a callar y a dormir
que nos hacemos ojos de búho
que nos hacemos caña
eco de teros
sudor equino y más
tierra negra bajo impiadoso sol
viento lluvia o escarcha
borrachera
cuerpos callados
callados apetitos
silencio sordo de llano
como mantel de seda la noche
cubre la noche
II
el silencio ilumina
como antorcha los ojos
y curiosos
oídos de las bestias
inquietud en las patas del nochero
susurro de ráfagas
intermitencia de cencerro
como mantel de seda la noche
cubre la noche
y en la noche
callá herradura golpes
sobre yunque donde fuiste parida
y golpeá
golpeá una y otra vez
la tierra negra
en las huellas asentarán
semillas
que regadas a penas de aguacero
brotarán erguidas como letra:
rabioso resto digno
María Isabel pazos
Cena campestre, inédito
huele a sudor equino
a espigas a maíz a cielo
acierto pecho abierto
cae sombra de trinos y mugidos
cierran fila los cuervos
bajo el día
la pradera silencia en su bandeja
secretos
cocinados en mesa de familia:
como entrada repetido timbal
un plato de no dichos y pan duro
otro desgarro
agria copa de vino
carozos como postre y a tragar
a tragar hasta quedar vacío
de padre
a callar y a dormir
que nos hacemos ojos de búho
que nos hacemos caña
eco de teros
sudor equino y más
tierra negra bajo impiadoso sol
viento lluvia o escarcha
borrachera
cuerpos callados
callados apetitos
silencio sordo de llano
como mantel de seda la noche
cubre la noche
II
el silencio ilumina
como antorcha los ojos
y curiosos
oídos de las bestias
inquietud en las patas del nochero
susurro de ráfagas
intermitencia de cencerro
como mantel de seda la noche
cubre la noche
y en la noche
callá herradura golpes
sobre yunque donde fuiste parida
y golpeá
golpeá una y otra vez
la tierra negra
en las huellas asentarán
semillas
que regadas a penas de aguacero
brotarán erguidas como letra:
rabioso resto digno
María Isabel pazos
Cena campestre, inédito
sábado, 14 de agosto de 2010
escucha, escucha los grillos de la noche, Irene Gruss
Escucha
Escucha, escucha los grillos los grillos de la noche.
Avisan algo de belleza, algún esplendor sin simulacro.
III
Nadie entrega
el alma así como así. Yo te di mi corazón
y me quedé
con el alma. El asma
es el alma que no sale, el aire
que no respiro,
yo te di mi corazón,
pero el alma, el asma,
el aire queda adentro, fatiga
lo que no te di
ahora lo que tengo
y no sale,
y si sale, muero
sin alma.
Antiars poética
Conozco mi retórica.
Es un aullido
delicado.
Irene Gruss, en 200 años de poesía argentina, 2010
Foto: el mundo incompleto blogspot
jueves, 12 de agosto de 2010
ir hasta el fondo, Pedro Donangelo
Mi vida es una línea recta
nueve menos cuarto en el reloj de la Torre de los Ingleses.
El día, chato como el anterior,
se vislumbra. Más adelante,
tuerzo otra vez la mirada hacia las grutas en cuadriculas.:
Un blasón con tres letras:
esperpentos cuelgan cabeza abajo
en la vereda de enfrente de las ruinas:
cartoneros duermen bajo las arcadas de un ex Banco
Ya me bajo en la parada El Pasado.
Mi madre recorre la enciclopedia
y me señala las madonas de Leonardo.
Entonces,
yo intentaba doblegar el trazo en escorzos de cabezas
y atisbar el volumen, atisbar lo profundo.
Me señala el triángulo eterno
y en el fondo, los árboles esfumados.
Copio cabezas desde todos los ángulos.
Dibujo palabras
de alguien que viajó a lo largo y ancho del mundo,
ir hasta el fondo,
sobre una raya pegada al papel.
Retrato junto al terrier encadenado
en la espera, el vidrio me refleja junto a él y a una columna del alumbrado.
Desde lo Otro, desde el interior del supermercado,
ella arribará con su lista de vituallas al borde de mi fastidio y partiremos.
También él, encadenado a los olores que ama.
Apagón
la luz de la vela proyecta sombras desmesuradas que me alejan hasta donde ella duerme (y tiembla) en la actitud de un cuadro. Muslos a los que sólo les falta el rosa
porque “El Sueño” se revela sobre la pared –por la luz de la vela- en el pulso frenético de las sombras.
Pedro Donangelo, inéditos
Imagen: Klimt, La muerte y la vida
nueve menos cuarto en el reloj de la Torre de los Ingleses.
El día, chato como el anterior,
se vislumbra. Más adelante,
tuerzo otra vez la mirada hacia las grutas en cuadriculas.:
Un blasón con tres letras:
esperpentos cuelgan cabeza abajo
en la vereda de enfrente de las ruinas:
cartoneros duermen bajo las arcadas de un ex Banco
Ya me bajo en la parada El Pasado.
Mi madre recorre la enciclopedia
y me señala las madonas de Leonardo.
Entonces,
yo intentaba doblegar el trazo en escorzos de cabezas
y atisbar el volumen, atisbar lo profundo.
Me señala el triángulo eterno
y en el fondo, los árboles esfumados.
Copio cabezas desde todos los ángulos.
Dibujo palabras
de alguien que viajó a lo largo y ancho del mundo,
ir hasta el fondo,
sobre una raya pegada al papel.
Retrato junto al terrier encadenado
en la espera, el vidrio me refleja junto a él y a una columna del alumbrado.
Desde lo Otro, desde el interior del supermercado,
ella arribará con su lista de vituallas al borde de mi fastidio y partiremos.
También él, encadenado a los olores que ama.
Apagón
la luz de la vela proyecta sombras desmesuradas que me alejan hasta donde ella duerme (y tiembla) en la actitud de un cuadro. Muslos a los que sólo les falta el rosa
porque “El Sueño” se revela sobre la pared –por la luz de la vela- en el pulso frenético de las sombras.
Pedro Donangelo, inéditos
Imagen: Klimt, La muerte y la vida
miércoles, 11 de agosto de 2010
teoría y ficción en Macedonio Fernández, David Sorbille
Alguna vez, Macedonio Fernández se definió como un “escritor de comienzos”, aunque no desconocía que “el principio del discurso es su parte más difícil”. Sin embargo, en esa aparente dicotomía, se situaba una forma de pensar, una travesía en la experiencia de la vida. La realidad de Macedonio surgía de la metafísica, esa fuente natural de su riqueza conceptual y su notable estilo digresivo. La negación del tiempo y el espacio, es una prolongación de su idea del ser como una sensibilidad exenta de yoísmo. La sustancia de su activa reflexión, subvierte lo circundante e indaga en el universo de lo humano y en la problemática del arte. Macedonio juega con el principio de identidad, y sostiene que la intensidad es la esencia de lo absoluto. En su cosmovisión, la plenitud está en el vacío. (…) El desafío de su visión paródica del mundo, es otro elemento insoslayable de su genialidad. “Su cultura –según José Isaacson, en su libro Macedonio Fernández, sus ideas políticas y estéticas - se asienta sobre la cultura universal, pero su estilo es netamente argentino”. Macedonio insta a no inmovilizar el pensamiento, a darle alas a la razón subyacente, a destacar que si un fragmento es una obra de arte, “debe ser construido como si fuese una totalidad”. (..) En sus escritos misceláneos, no diferencia la teoría de la ficción y plantea problemas metafísicos y experimentales que anteceden a otros eminentes teóricos del tema. La literatura que ofrece, es una combinación de paradojas atravesadas por el absurdo y el rechazo al realismo. Lo sentido es y es siempre actual, en donde la existencia es la esencia del Universo y la Belleza es la armonía que lo rige. “El estilo de ensueño –dice Macedonio- es la única forma posible del Ser, su única versión concebible”. En esa línea nos deslumbra cuando señala: “Vigilia, tú no eres todo, hay un despertar más profundo; conocimiento místico, y sueños detrás de los párpados cerrados”. La revelación de su poética, adquiere el valor emocional de lo trascendente. Por eso, subraya que: “El ser es místico, es decir, pleno en cada uno de sus estados”.
"Macedonio Fernández: una presencia mítica", Semblanzas Recobradas, David Antonio Sorbille, 2009
Foto: Macedonio Belarte, Revista Digital de Cultura
"Macedonio Fernández: una presencia mítica", Semblanzas Recobradas, David Antonio Sorbille, 2009
Foto: Macedonio Belarte, Revista Digital de Cultura
martes, 10 de agosto de 2010
tres poemas, María Teresa Andruetto
Lunes
Los lunes mi padre llegaba tarde
y traía chocolates amargos.
En la cama grande, mamá nos leía
La Cabaña del Tío Tom.
A nosotras nos gustaban los lunes,
nos gustaba llorar por tristezas
de cuento, sufrir por los negros
mientras comíamos chocolates
Suchard.
Citroën
Regresábamos en un Citroën
rojo, desde una laguna de sal,
un puebblo ahora de fantasmas,
a nuestra casa, en la luz. Y él
cantaba, voglio vivere
cosí, con il sole in fronte, y
mi madre y nosotras también
cantábamos.
Kodak
Yo miraba,
tras la lente de una Kodak
con la que él sacó fotos de la guerra,
antes que la muerte disolviera
sus pupilas y delegara en mis ojos
el dolor de mirarme devastada
por la ausencia.
Pavese/Kodak, 2008
lunes, 9 de agosto de 2010
posibilidad abierta, Michel Foucault
La existencia del lenguaje en la época clásica es, a la vez, soberana y discreta. Soberana dado que sobre las palabras ha recaído la tarea y el poder de "representar el pensamiento". Pero representar no quiere decir aquí traducir, proporcionar una versión visible, fabricar un doble material que sea capaz de reproducir, sobre la vertiente externa del cuerpo el pensamiento en toda su exactitud. Representar es oír en el sentido estricto: el lenguaje representa el pensamiento, como éste se representa a sí mismo. Para constituir el lenguaje o para animarlo desde el interior, no hay un acto esencial y primitivo de significación, sino sólo, en el núcleo de la representación, este poder que le pertenece de representarse a sí misma, es decir, de analizarse, yuxtaponiéndose, parte a parte, bajo la mirada de la reflexión, y delegándose a sí misma en un sustituto que la prolonga. En la época clásica no se da nada que no se dé en la representación; pero por este hecho mismo, no surge ningún signo, no se enuncia ninguna palabra, ninguna frase ni ninguna proposición se dirige jamás a ningún contenido sino por el juego de una representación que se pone a distancia de sí misma, se desdobla y se refleja en otra representación que es equivalente a ella. Las representaciones no se enraizan en un mundo del que tomarían su sentido; se abren por sí mismas sobre un espacio propio, cuya nervadura interna da lugar al sentido. Y el lenguaje está ahí en este rodeo que la representación establece con respecto a sí misma. Así, pues, las palabras no forman la más mínima película que duplique el pensamiento por el lado de la fachada; lo recuerdan, lo indican, pero siempre desde el interior, entre todas esas representaciones que representan otras.
El lenguaje clásico está mucho más cercano de lo que se cree al pensamiento que está encargado de manifestar; pero no es paralelo a él; está cogido en su red y entretejido en la trama misma que desarrolla. No es un efecto exterior del pensamiento, sino pensamiento en sí mismo.
Y, por ello, se hace invisible o casi invisible. En todo caso, se ha hecho tan transparente a la representación que su ser deja de ser un problema. El Renacimiento se detuvo ante el hecho en bruto de que hay un lenguaje: en el espesor del mundo, un grafismo mezclado a las cosas o que corre por debajo de ellas; siglos depositados sobre los manuscritos o sobre las hojas de los libros. Y todas estas marcas insistentes apelaban a un segundo lenguaje -el del comentario, de la exégesis, de la erudición- para hacer hablar y hacer al fin móvil al lenguaje que ponía en ellas; el ser del lenguaje precedía, como una muda obstinación, a lo que se podía leer en él y a las palabras en que se le hacía resonar. A partir del siglo XVII, lo que se elide es esta existencia maciza e intrigante del lenguaje. No aparece ya oculta en el enigma de la marca: aparece más bien desplegada en la teoría de la significación. En el límite, se podría decir que el lenguaje clásico no existe, sino que funciona: toda su existencia tiene lugar en su papel representativo, se limita exactamente a él y acaba por agotarse en él. El lenguaje no tiene otro lugar que no sea la representación, ni tiene valor a no ser en ella: en este molde que ha podido arreglarse.
Por ello, el lenguaje clásico descubre una cierta relación consigo mismo que hasta entonces no había sido posible ni aun concebible. Con respecto a sí mismo, el lenguaje del siglo XVI se encontraba en una posición de comentario perpetuo: ahora bien, éste no puede hacerse a no ser que exista el lenguaje -un lenguaje que preexiste silenciosamente al discurso por medio del cual se intenta hacerlo hablar; para comentar, es necesario el antecedente absoluto del texto, y a la inversa, si el mundo es un entrelazamiento de marcas y de palabras, ¿cómo hablar a no ser en la forma de comentario? A partir de la época clásica, el lenguaje se despliega en el interior de la representación y en este desdoblamiento de sí misma que la ahueca.
De ahora en adelante, el Texto primero se borra y, con él, todo el fondo inextinguible de las palabras cuyo ser mudo estaba inscrito en las cosas; lo único que permanece es la representación que se desarrolla en los signos verbales- que la manifiestan y que se convierte, por ello, en discurso.
El enigma de una palabra que debe ser interpretada por un segundo lenguaje es sustituido por la discursividad esencial de la representación: posibilidad abierta, aun neutra e indiferente, pero que el discurso se encargará de completar y fijar.
Ahora bien, cuando este discurso se convierte a su vez en objeto del lenguaje, no se le interroga como si dijera algo sin decido, como si fuera un lenguaje retenido en sí mismo y una palabra cerrada; no se trata ya de hacer surgir el gran propósito enigmático que se oculta bajo estos signos; se le pregunta cómo funciona: qué representaciones designa, qué elementos recorta y descuenta, cómo se analiza y compone, qué juego de sustituciones le permite asegurar su papel de representación.
Foucault, M. Las palabras y las cosas, Cap. IV. "Hablar", 1. Crítica y comentario, Siglo XXI, 2003
El lenguaje clásico está mucho más cercano de lo que se cree al pensamiento que está encargado de manifestar; pero no es paralelo a él; está cogido en su red y entretejido en la trama misma que desarrolla. No es un efecto exterior del pensamiento, sino pensamiento en sí mismo.
Y, por ello, se hace invisible o casi invisible. En todo caso, se ha hecho tan transparente a la representación que su ser deja de ser un problema. El Renacimiento se detuvo ante el hecho en bruto de que hay un lenguaje: en el espesor del mundo, un grafismo mezclado a las cosas o que corre por debajo de ellas; siglos depositados sobre los manuscritos o sobre las hojas de los libros. Y todas estas marcas insistentes apelaban a un segundo lenguaje -el del comentario, de la exégesis, de la erudición- para hacer hablar y hacer al fin móvil al lenguaje que ponía en ellas; el ser del lenguaje precedía, como una muda obstinación, a lo que se podía leer en él y a las palabras en que se le hacía resonar. A partir del siglo XVII, lo que se elide es esta existencia maciza e intrigante del lenguaje. No aparece ya oculta en el enigma de la marca: aparece más bien desplegada en la teoría de la significación. En el límite, se podría decir que el lenguaje clásico no existe, sino que funciona: toda su existencia tiene lugar en su papel representativo, se limita exactamente a él y acaba por agotarse en él. El lenguaje no tiene otro lugar que no sea la representación, ni tiene valor a no ser en ella: en este molde que ha podido arreglarse.
Por ello, el lenguaje clásico descubre una cierta relación consigo mismo que hasta entonces no había sido posible ni aun concebible. Con respecto a sí mismo, el lenguaje del siglo XVI se encontraba en una posición de comentario perpetuo: ahora bien, éste no puede hacerse a no ser que exista el lenguaje -un lenguaje que preexiste silenciosamente al discurso por medio del cual se intenta hacerlo hablar; para comentar, es necesario el antecedente absoluto del texto, y a la inversa, si el mundo es un entrelazamiento de marcas y de palabras, ¿cómo hablar a no ser en la forma de comentario? A partir de la época clásica, el lenguaje se despliega en el interior de la representación y en este desdoblamiento de sí misma que la ahueca.
De ahora en adelante, el Texto primero se borra y, con él, todo el fondo inextinguible de las palabras cuyo ser mudo estaba inscrito en las cosas; lo único que permanece es la representación que se desarrolla en los signos verbales- que la manifiestan y que se convierte, por ello, en discurso.
El enigma de una palabra que debe ser interpretada por un segundo lenguaje es sustituido por la discursividad esencial de la representación: posibilidad abierta, aun neutra e indiferente, pero que el discurso se encargará de completar y fijar.
Ahora bien, cuando este discurso se convierte a su vez en objeto del lenguaje, no se le interroga como si dijera algo sin decido, como si fuera un lenguaje retenido en sí mismo y una palabra cerrada; no se trata ya de hacer surgir el gran propósito enigmático que se oculta bajo estos signos; se le pregunta cómo funciona: qué representaciones designa, qué elementos recorta y descuenta, cómo se analiza y compone, qué juego de sustituciones le permite asegurar su papel de representación.
Foucault, M. Las palabras y las cosas, Cap. IV. "Hablar", 1. Crítica y comentario, Siglo XXI, 2003
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