lunes, 14 de febrero de 2011

un país, por favor, aquí y ahora, Javier Adúriz

Es que ser porteño, hijo de españoles, tiene lo suyo...un ánimo elegíaco que busca sentido contra el repique de las castañuelas. El tango de un lugar en ruda mutación. En esas condiciones, cada palabra que surge, vive solamente si se modula desde la herida central, y hace ilusión compartida: un país abstracto, en silueta de mujer que siempre se está yendo con otro y nos deja amasijados sin misericordia. Allí, entre los pliegues de esa melodía, oír es empinar el trago de una larga desdicha - encubierta bajo un aspecto resistente, claro.

A cada rato
Alaridos del viento
Diciendo qué


Pero no existe el país. En todo caso lo tangible son estas ciudades enormes que, como los principados de antes, agitan aquella misma pulsión por ser, la bandera roída del deseo. Rosario, Mendoza, Salta, Bahía Blanca, Córdoba, incluso La Plata o cualquier otra, pujan por encontrar un destino ajeno a Buenos Aires, esta múltiple cabeza tecnológica, suma de la soledad y del orgullo que nos desgarra a todos. Tal vez una carencia de orden mestizo, reinventada en cada vuelta de esquina, cada historia, contra el viento blanco de la precariedad.

Aquí también
Mordisquea su sueño
La pobre rata


Los pasillos de Dios...El cielo de la capital se organiza en retazos. Durante el día cae en bloques celestes o grises, amarrado a la forma neutra de los edificios. En la noche, no muestra sus estrellas, a menos que las busques denodadamente, perforando las luces de artificio, esa iluminación del alma colectiva. ¿Qué ven los ojos errantes y múltiples que no vean los tuyos? ¿Qué significado bruto y ominoso te anticipan? Hasta donde la vista alcanza, el horizonte está hecho de civilización indiferente.

Hurgan el cielo
La bóveda celeste
Estos anteojos


Me podrás decir, empero: ésta es la casa de la vida.


Un país por favor
Aquí y ahora


para Marcelo Ortale


Javier Adúriz, Esto es así, Poesía, Pez náufrago, Ediciones del Dock 2008

1 comentario:

  1. Impactante texto del admirado Javier Adúriz, cuya inspiración nos recuerda de algún modo, las incisivas páginas de un libro de Ezequiel Martinez Estrada, me refiero a "La cabeza de Goliath". Felicitaciones por esta publicación. David Antonio Sorbille

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