lunes, 20 de junio de 2011

muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Gabriel García Márquez

"Las letras parecían ropa puesta a secar en un alambre y se asemejaban más a la escritura musical que a la literaria. Un mediodía ardiente, mientras escrutaba los manuscritos, sintió que no estaba solo en el cuarto. Contra la reverberación de la ventana, sentado con las manos en las rodillas, estaba Melquíades. No tenía más de cuarenta años. Aureliano Segundo lo reconoció de inmediato porque aquel recuerdo hereditario se había transmitido de generación en generación y había llegado a él desde la memoria de su abuelo"
Gabriel García Márquez


Seminario: El Boom
Literatura de la revolución, revolución de la literatura
por Roxana Palacios

Módulo IV: 22 / 29 de junio, 6 de julio

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

Lugar de encentro: Círculo Médico de Lomas de Zamora
Colombres 20, Lomas de Zamora

Día y horario: miércoles a las 18,30

Contenido teórico-crítico y lectura directa de la obra sobre la base de tres ejes fundamentales: la pregunta por el origen, el espíritu civilizador, trascendencia y antagonismos entre realismo mágico y real maravilloso

http://tallermacedoniofernandez2010.blogspot.com/

consultas e inscripciones: macedonianos@gmail.com 156-782-4551

martes, 7 de junio de 2011

sobre el corazón de la tierra, Miguel Ángel Morelli

1


mi madre creía en dios y hablaba con él en voz alta
mientras lavaba la ropa y la colgaba de la soga


sentado en un rincón del patio | después de la escuela
yo la escuchaba hablar sola y pensaba que mi madre estaba loca

¿cómo no iba a pensarlo? | yo tenía apenas doce años
la edad del mundo | la edad de todas las verdades de este mundo

pero un día llegué y ella no estaba
y fue como volver a nacer | aunque del lado de la desesperanza

eso pasó hace mucho tiempo, es cierto, pero de tarde en tarde
cuando el olvido me acorrala | me siento en el rincón de pensarla
y vuelvo a ser entonces ese niño al que la muerte le mordía los labios

a beatriz piedras


2

y me pregunto qué va a ser de mí | con esta lluvia
con tanta agua corriendo calle abajo | y esos despojos
que van a la deriva | si hoy el mundo es una boca de tormenta

hay que llegar | me digo | a la otra orilla
mientras trato de recordar cómo era que rezaba
aquel hombre que no salía de su casa sin paraguas

a liliana guaragno


3

si en este instante | si en este abismo de luz
el tiempo se detuviese ante tus ojos
podrías ver la flecha todavía en el aire
y al pájaro ensangrentado cayendo desde el cielo

la herida, amor, es siempre una parte de abismo |
la flecha una excusa de la muerte


4

cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol |
y de pronto anochece…
salvatore quasimodo, y de pronto anochece

una bandada de pájaros atraviesa el horizonte
dibujando misteriosas figuras en el aire |
indescifrables signos que se lleva la tarde

mientras allá arriba | cerca del cielo
el sol reverbera todavía en su plumaje
acá abajo las sombras ya le ponen
metáforas de miedo a la noche


5

cuando ya no nos queda nada |
el vacío de no quedar
podría ser al cabo inútil y perfecto

josé ángel valente, poema

no para no ser es que te pienso
ni para ser en tu ausencia
sino para que seas más allá del ser |
en el no ser más allá de tu propia existencia

te pienso para salvarte | para salvarme te pienso


6

adónde va el dolor cuando deja de doler? |
cuando por fin el hombre se libera del hombre
qué astillas del olvido deshabitan su cadáver? |
qué razones de intemperie lo devuelven a la nada?

si nada queda de él en nuestras manos |
a dónde oculta dios su propia ausencia?

a luis alberto v.


7

escribir un poema | un único poema
elemental y simple como una piedra

y después trepar las escaleras | salir al balcón
ser como ese pájaro que bebe la luna

a jorge ricardo aulicino

***

domingo, 5 de junio de 2011

de mis amigos para mis amigos: Ricardo Plaul, Luis Sepúlveda, María Catalina Alberto



Por eso es que a mis amigos
los mido con vara rasa
y los tengo muy escogidos,
son lo mejor de cada casa.

Joan Manuel Serrat

Gracias, amigos, por hacer las mejores cosas de la vida. RP




Dicen que el trovador del pueblo
tiene Alas en el corazón.
Su verso abreva en la sangre
de América Morena, derrama
su poesía en la Memoria del Dolor.
León de los Nadie, garras de justicia
para vivir los sueños en tu cielo de paz,
para andar los caminos de la patria
con la antorcha de la Tierra,
con el alma de Mercedes
cobijando tus cuerdas.
Pariendo las coplas que encienden
los vientos de la Revolución serena,
dicen que el Trovador del pueblo
es la voz de los sin voz,
floreciendo en el mundo.

Las mujeres de mi generación

abrieron sus pétalos rebeldes
de rosas, camelias, orquídeas y otras yerbas,
de saloncitos tristes, de casitas burguesas,
de costumbres añejas,
sino de yuyos peregrinos entre vientos.

Porque las mujeres de mi generación florecieron
en las calles, en las fábricas,
se hicieron hilanderas de sueños,
en el sindicato organizaron el amor
según sus sabios criterios.

Es decir, dijeron las mujeres de mi generación,
a cada cual según su necesidad
y capacidad de respuesta,
como en la lucha golpe a golpe,
en el amor beso a beso.

Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas,
supieron lo que tenían que saber,
para el saber glorioso
de las mujeres de mi generación.

Minifalderas en flor de los sesenta,
las mujeres de mi generación
no ocultaron ni las sombras de sus muslos,
que fueron los de Tania.

Erotizando con el mayor de los calibres
los caminos duros de la cita con la muerte.

Porque las mujeres de mi generación,
bebieron con ganas del vino de los vivos,
acudieron a todas las llamadas
y fueron dignas en la derrota.

En los cuarteles las llamaron putas
y no las ofendieron,
porque venían de un bosque de sinónimos alegres:
minas, grelas, percantas, cabritas, minones,
gurisas, garotas, jevas, zipotas,
viejas, chavalas, señoritas.

Hasta que ellas mismas escribieron
la palabra Compañera,
en todas las espaldas
y en los muros de todos los hoteles.

Porque las mujeres de mi generación nos marcaron
con el fuero indeleble de sus uñas
la verdad universal de sus derechos.

Conocieron la cárcel y los golpes,
habitaron en mil patrias y en ninguna,
lloraron a sus muertos y a los míos como suyos,
dieron calor al frío y al cansancio deseos,
al agua sabor y al fuego lo orientaron
por un rumbo cierto.

Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos,
cantando “Summertime” les dieron teta,
fumaron marihuana en los descansos,
danzaron lo mejor del vino
y bebieron las mejores melodías.

Porque las mujeres de mi generación,
nos enseñaron que la vida
no se ofrece a sorbos, compañeros,
sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.

Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras,
artesanas, actrices, guerrilleras,
hasta madres y parejas
en los ratos libres de la Resistencia.

Porque las mujeres de mi generación,
sólo respetaron los límites
que superaban todas las fronteras.

Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor,
comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.

Entre batalla y batalla,
las mujeres de mi generación lo dieron todo
y dijeron que eso apenas era suficiente.

Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco,
las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo,
y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo,
fueron las únicas estrellas
de la larga noche clandestina.

Sus canas no son canas,
sino una forma de ser
para el quehacer que les espera.

Las arrugas que asoman en sus rostros,
dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.

Las mujeres de mi generación,
han ganado algunos kilos de razones
que se pegan a sus cuerpos,
se mueven algo más lentas,
cansadas de esperarnos en las metas.

Escriben cartas que incendian las memorias.

Recuerdan aromas proscritos y los cantan.
Inventan cada día las palabras
y con ellas nos empujan,
nombran las cosas y nos amueblan el mundo.

Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar.

Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.

Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad,
y la prudencia se transforma en vergüenza.

Las mujeres de mi generación son como las barricadas:
protegen y animan, dan confianza
y suavizan el filo de la ira.

Las mujeres de mi generación
son como un puño cerrado,
que resguarda con violencia la ternura del mundo.

Las mujeres de mi generación no gritan,
porque ellas derrotaron al silencio.

Si algo nos marca, son ellas.

La identidad del siglo, son ellas.

Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto,
el beso clandestino, el retorno a todos los derechos.

Un tango en la serena soledad de un aeropuerto,
un poema de Gelman escrito en una servilleta,
Benedetti compartido en el planeta de un paraguas,
los nombres de los amigos
guardados con ramitas de lavanda.

Las cartas que hacen besar al cartero,
las manos que sostienen los retratos de mis muertos,
los elementos simples de los días
que aterran al tirano,
la compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.

Lo son todo y todo lo sostienen,
porque todo viene con sus pasos
y nos llega y nos sorprende.

No hay soledad donde ellas miren,
ni olvido mientras ellas canten,
intelectuales del instinto, instinto de la razón,
prueba de fuerza para el fuerte
y amorosa vitamina del débil.

Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles, sufridas,
golpeadas,
negadas pero invictas mujeres de mi generación.

"Las malas compañías", Joan Manuel Serrat (fragmento)

"Trovador", Ricardo Plaul, 2010

"Las mujeres de mi generación", Luis Sepúlveda, 1999

"mujer", María Catalina Alberto, 2011

sábado, 4 de junio de 2011

Borges, el inmortal. Clase abierta por Roxana Palacios

Fatigamos otros desiertos, donde es negra la arena, donde el viajero debe usurpar las horas de la noche, pues el fervor del día es intolerable. JLB

Literatura-filosofía-religión
Borges, el inmortal
Clase abierta
por Roxana Palacios
Viernes 10 de junio a las 18,30
Highland Park

jueves, 2 de junio de 2011

Detrás de aquella puerta, Olga Orozco

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable
contra el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
-cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo-
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.