miércoles, 20 de abril de 2011

libre como el verso, Juan L. Ortiz

Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...
Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún fríos,
o no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de los cultivos.
Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria e indecisa,
lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía de tu sueño
y estás solo. solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus criaturas.
Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.
Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de desesperación.
Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto a los ranchos transparentes.
Veríamos sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre la cima de la loma.
Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,
oh, campos de Entre Ríos hechos para la dicha
de los que os evocaron esa aurora florecida que aún no canta y que es extraña al día.
Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.
Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con mesas,
ah , seguras y con libros y músicas.
Como de la noche de su alma del sueño de los campos el hombre extraerá toda la maravilla.
No más dividido, no, con el hermano, ni consigo mismo, ni con la tierra, el hombre.
Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la gracia más alta de la criatura,
y sonreír al rostro cejante de la sombra.

Juan L. Ortiz, "Colinas, colinas" en El álamo y el viento, 1947

1 comentario:

  1. Al cabo, Juanele está otra vez entre nosotros, vive en la gracia misteriosa de su palabra, en su estilo sobrio, en la simplicidad de sus gestos, en sus claridades y en sus penumbras, en el eco de los sueños, en las distancias, en las reflexiones, y en la inmortalidad de sus versos. Muchas gracias, Roxana, por recordarlo.
    David A. Sorbille

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