
Es fácil reconocer a los clásicos, se imponen por inolvidables. La fuerza está en la atracción, un resto que no terminamos de recorrer y que pide nuevas y nuevas lecturas. En los clásicos, la muerte es una figuración iniciática y en cada renacer viene impresa la huella de las lecturas que nos anteceden.
A semejanza de los antiguos talismanes, tu clásico es aquel texto que no puede serte indiferente, vale tanto una obra antigua como una moderna, siempre y cuando puedas poner a funcionar el verbo releer.
Es clásico aquello que persiste. Es clásico lo que no se consume. Y si alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo, citaré a Cioran (que no es un clásico, al menos de momento, sino un pensador contemporáneo que sólo ahora se empieza a traducir en Italia): «Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. "¿De qué te va a servir?", le preguntaron. "Para saberla antes de morir"»*, contestó.
* “Por qué leer a los clásicos”, en Por qué leer a los clásicos, Italo Calvino, 1981
Texto completo (1993) en http://www.urbinavolant.com/archivos/literat/cal_clas.pdf
David Antonio Sorbille dijo...
ResponderEliminarA veces se habla peyorativamente de los clásicos como propio de un tiempo que ya fue, pero bien lo dice William Faulkner: "el pasado no ha muerto: ni siquiera ha pasado". Por eso, coincido plenamente con tu comentario y la importancia que tiene el pensamiento escrito que persiste infinitamente. Un gran saludo.