Cuando nací estaba muerto. Me sacaron con violenta cesárea, babeando un líquido verde y ahogado por el cordón umbilical. Todavía oigo a la enfermera mientras se quitaba los pirelli de látex: no es un dios, señora, este coso tiene pitito...
Aun así, me considero un afortunado de la vida, aunque me haya trabajado desde entonces una incómoda intimidad barroca, toda vez que vivir resulta estar muriendo. Pero para salir dignamente de esta melaza autobiográfica, declaro a la faz de la tierra que uso bufanda, no tanto por el fresquete matinal, sino atado a aquella noche de origen.
Ya ves el tren
A qué velocidad
Y con fantasmas
Esto es así, 2009
David Antonio Sorbille dijo...
ResponderEliminarUna desopilante frescura de Javier. Estupendo y original.
el sentimiento es cada vez más profundo, no sé bien expresar qué me emociona, quizás la relación que establece entre el principio y el fin en la brevedad, la precisión del poema. Gracias, Roxy, mamá
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